OBRAS no deben alterarse.- editor de Roald Dahl

Israel Sánchez

Cd. de México (21 febrero 2023).- Para una editorial, cuya materia prima son las obras concebidas por escritores y escritoras, velar por la integridad de las mismas debe ser lo más importante, sostiene el editor madrileño Diego Moreno Zambrana.

«Mantener el legado, difundirlo, y sobre todo preservar que nadie toque una palabra sin el debido permiso», remarca en entrevista telefónica el director del sello español Nórdica Libros, a propósito de la reescritura que una editorial británica ha hecho a obras del escritor Roald Dahl (1916-1990).

«Aquí se está permitiendo que se cambien palabras y los sentidos, incluso, del propio escritor sin su consentimiento», condena el también sociólogo egresado de la Universidad Complutense de Madrid.

Según se ha dado a conocer, la propia Roald Dahl Story Company, organismo que gestiona los derechos del autor fallecido hace tres décadas, habría permitido las modificaciones hechas por la editorial Puffin Books en relación con asuntos como el peso, el género, la salud mental, la violencia o la raza, buscando ser respetuosos con todas las sensibilidades.

La polémica ante esto no se hizo esperar alrededor del mundo, lo mismo desde el gremio editorial y literario, con figuras como Salman Rushdie reclamando un acto de censura, que desde la esfera política, pues el Primer Ministro británico, Rishi Sunak, criticó también los retoques realizados a algunos libros.

«Como la compañía que gestiona los derechos pertenece a Netflix, no sabemos muy bien hasta qué punto lo están permitiendo, o al menos parece que no están obstaculizando esta decisión de hacer una revisión para aplicar cambios en los libros», dice Moreno Zambrana, cuyo sello ha editado en español un par de historias de Dahl: La cata (1945) y El librero (1987).

Entre las alteraciones hechas, la pequeña y dotada Matilda ahora lee a Jane Austen en lugar de a Rudyard Kipling; el glotón Augustus Gloop ya no es descrito más como gordo sino como «enorme» en Charlie y la fábrica de chocolates, donde los Oompa-Loompas ahora son de género neutro, igual que los «Cloud-Men», hombres nube, de James y el durazno gigante, referidos ya como «Cloud-People», gente nube.

«Éste es un riesgo muy grande, primero, porque vamos a perder en gran medida la gracia de leer a Roald Dahl, que podía tener su punto a veces un poco malvado en los textos, pero era juguetón, y, sobre todo, era lo que el escritor, que era un auténtico maestro, defendía y quería expresar.

«Si lo quería expresar así, ¿por qué lo tenemos que cambiar?», cuestiona Moreno Zambrana, para quien este asunto no es algo nuevo en la literatura infantil y juvenil, pues hay casos como el de la dulcificación de las salvajes historias de los Hermanos Grimm, que Nórdica ha publicado en su versión original.

Así, más que una perniciosa reescritura de las obras, el editor madrileño sugiere que desde la educación sean contextualizadas y se explique a las infancias por qué aquello que hoy pudiera leerse como incorrecto en su momento era tomado por normal.

«Por ejemplo, nosotros hemos publicado recientemente Tarzán, que es un libro que en ciento y pico años después de su publicación puede sonar raro en algunos pasajes porque hay una parte racista, ciertamente misógina también a veces, pero el trabajo del editor no es cambiar eso», insiste Moreno Zambrana.

«Sino que se tiene que explicar, sobre todo a los más jóvenes, cómo era la sociedad hace 50 o 100 años», refrenda. «No porque hayan cambiado la mentalidad, el papel de la mujer y del hombre en la sociedad, que cada vez es más avanzada, tenemos derecho, creo yo, a cambiar lo que una persona escribió».

¿Tal tendencia no se verá reflejada, entonces, en las ediciones en español de Dahl, al menos en las de Nórdica?

No lo sabemos porque, en primera, no hemos tenido comunicación (con la Roald Dahl Story Company), pero yo espero que esto no llegue a España. La legislación aquí además es muy restrictiva a la hora de alterar o modificar las obras originales; la Ley de Propiedad Intelectual no te permite hacer estos cambios.

En su momento tendremos que valorarlo mucho, porque yo creo que sería una enorme pérdida para el lector, y como editor me tendría que oponer en gran medida a que se me obligase a cambiar estas cosas, porque no estoy a favor.

Por su parte, la editorial Alfaguara Infantil y Juvenil ha anunciado que mantendrá sus ediciones de Dahl con los textos originales del autor sin modificar sus publicaciones en castellano. Misma postura del sello Gallimard, en Francia, que publicó por primera vez James y el durazno gigante en 1966, y Charlie y la fábrica de chocolate en 1967.

«Sería gracioso que al final el editor fuese más el guardián de la obra original que la propia familia, los propios herederos o los propios legatarios, que tendrían que ser los primeros interesados en que esto no pasase», opina Moreno Zambrano.

«Yo espero que esta polémica a lo que lleve es al sentido común, a que se preserve la obra de este grandísimo escritor tal como él la escribió y tal como él quería que se difundiese», concluye.

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