Lucas, el clarividente 

Realidad Novelada, por J.S. Zolliker ·

Lucas, un individuo cínico y escéptico por naturaleza, poseía un perfil psicológico bastante complejo: desconfiaba de la mayoría de las cosas, incluida la deidad, hasta que vio que su carácter le podría rendir beneficios inusuales.

Vamos a ser claros: Lucas, no era un hombre guapo ni simpático ni rico, sino uno bastante promedio para dejarlo bien asentado. Eso sí, hay que destacarlo, era sumamente inteligente y con eso compensaba cualquier carencia.

En fin, que un buen día de julio, –el mes donde casi toda la gente que conoce cumplía años– se le ocurrió cambiar sus talentos hacia algo que le redituara, pues por circunspecta coincidencia, recibió una invitación a un grupo selecto de la novísima plataforma de Threads, donde lo aglutinaron –muy probablemente por error– con astrólogos, nigromantes y adivinos esotéricos reconocidos, además de uno que otro real iniciado y místico. Ello, sobra decir, le dotó de un aura de credibilidad en ese mundo, tan poco accesible a los miserables mortales.

Total, que conforme pasaron algunas semanas, Lucas se fue volviendo famoso y aumentó sus filas con seguidoras que, al poco tiempo, comenzaron a pedirle consultas por correspondencia o incluso, se ofrecían a pagarle para una audiencia personal. Entonces, lo vio todo con una claridad impresionante: estaba sentado en una mina de oro.

›Laura, heredera de 208 millones según Forbes, dulce de carácter, le comenzó a solicitar consejos como tantas personas más, pero averiguó de quien se trataba y puso manos a la obra: la siguió por varias semanas en sus viajes y la terminó conquistando en el bar de un lujoso hotel, donde predispuso su encuentro, pues según dictaba el horóscopo del principal diario local, ella podría conocer “al amor de su vida, ese mismo día, bajo una melodía encantadora”.

Lucas, con propinas y sobornos varios, planeó que la llevasen al sitio, para luego, con un leve gesto, indicarle al pianista que tocara la canción que había averiguado, era su favorita. Sobra decir que, el romance, comenzó esa noche con locura y pasión, alevosía y ventaja.

Entonces, Lucas inició la mañana con un café en la cama y con una acción que transformó en tradición: le leería el horóscopo del diario, todos los días, de grandes oportunidades de negocios, hasta viajes al extranjero y todo lo predecía con enorme claridad.

Sin casualidades, Lucas, inventaba la suerte del día para que Laura tomase decisiones que él había previsto con anticipación. Y luego, ella, realmente se sorprendía y maravillaba con la supuesta exactitud de los horóscopos, lo que aumentó su creencia en ellos y en su rutina diaria.

Así, Lucas consiguió que Laura quedara a su merced;  pasó de mercenario a millonario, concentrando todo su talento, en una simple tarea: inventarle diariamente, lo que el horóscopo habría de dictarle para lograr que ella actuase como él quería. Y pues eso: ella, enajenada, cumplía. Y él, acumuló todo lo que pudo, hasta que un buen día, frente a la virgen de Guadalupe, en la catedral de Notre Dame, en París, ella se dio un tiro en el corazón. 

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