Lo que nos espera

Realidad Novelada, por J.S. Zolliker

Ernesto siempre ha detestado su trabajo. No por eso, en sus más de treinta años de empleado, ha dejado alguna vez de madrugar para llegar temprano. En su casa, es el primero en levantarse para preparar el café, hacer el lunch de sus hijos, encender el boiler y bañarse, mientras su mujer se las apaña con el desayuno. Es disciplinado y le enseñaron a sacrificarse por los suyos. 

Cuando Ernesto se dirige a su oficina, analiza y prioriza mentalmente, sus pendientes laborales. Entre más tiempo pasa, más claro le queda que aborrece tratar con los empleados más nuevos y que tienen entre veinticuatro y treinta años. Es que no los entiende. Y definitivamente, les envidia. Lo que te choca, te checa, le dijo la terapeuta.  

Son una generación que nacieron con el Internet y los celulares y respiran la cultura digital. Son hijos de padres que lo sacrificaron todo para darles educación y no tienen prisa ni para independizarse al salirse de casa ni por conservar una chamba, mucho menos para titularse. Qué incongruencia, qué desperdicio: son la primera generación que ya no le teme al VIH ni a las relaciones esporádicas y que no tiene que casarse ni ser juzgados por explorar su sexualidad. Tampoco están pensando en hipotecar su futuro por comprar una casa inalcanzable cuando pueden vivir con los padres o rentar un departamentito muy bien ubicado. Dicha generación, viaja mucho, compra seguido, asisten a bares de moda y todos los domingos comen en restaurantes en boga. Gastan bastante y trabajan sólo para sostener su forma de vida. Les envidia. 

Para Ernesto, que trabaja a gusto, pero no por gusto, le impactan y por fin lo reconoce. Él, que lleva dos empleos en tantas décadas, se sorprende porque esta nueva generación parece conocerlo todo y ya hay quienes antes de los 30 han cambiado unas cinco u ocho veces de profesiones, carreras y ocupaciones. Además, son mucho más conscientes del medio ambiente y de los avances sociales en el mundo. Están interconectados globalmente como nunca nadie en la historia. Son, para Ernesto, una generación mayormente libre que nunca ha tenido que sacrificar su felicidad presente por construirse un mejor futuro. Su completo opuesto. Y un enigma.

Cuando llega a su escritorio, encuentra un par de carpetas que le encargó a sus jóvenes empleados y les echa un ojo. Tienen varios errores y defectos, pero lo que le llama poderosamente la atención, es que viene impreso al final, un documento político. Están buscando que el gobierno y no el INE autónomo, sea quien organice las siguientes elecciones. Creen que es un tema auténticamente democrático y lo invitan a sumarse firmando. Ignorantes. O imbéciles. O ambos.

Sucede que Ernesto, nunca sería cómplice de algo que destruiría la democracia. Se acaba de dar cuenta que tal generación, nunca vivió ni fue educada en una democracia simulada que, en realidad, fue una dictadura suave, donde el Presidente y sus compinches elegían a su sucesor. Y como si nada, lo andan promoviendo en redes sociales y entre sus contactos. Se nota que son hijos del privilegio y la ignorancia. Sus abuelos habrían muerto antes que permitir estas estupideces.

¿Es que no tuvieron nadie que les ensañaran lo que eran las elecciones en México truqueadas por el gobierno? ¿Es que nadie les ha hecho ver lo que nos arriesgaríamos si inutilizamos al INE? ¿Cómo es posible que ahora busquen ni discutir, sino destruirlo todo porque “la democracia es demasiado cara”? ¿Saben cuánta gente murió para que pudieran decir tal burrada? ¿Cómo es posible que esa nueva generación, tan cercana a la suya, sea tan profundamente ignorante y manipulable? Vaya futuro el que nos espera… 

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