Estafador socialité 

Realidad Novelada, por J.S. Zolliker ·

Siempre ha querido pertenecer a la clase alta, vivir la bella vida y pasar gran parte de su tiempo participando en actividades sociales, desfiles de moda, cocteles y eventos benéficos de la más distinguida y tradicional plutocracia que gusta de ser retratada en las revistas de sociales que dedican sus portadas a la monarquía y la aristocracia.

Pasa horas del día navegando por internet mirando ropa de marca, relojes exóticos, zapatos caros y destinos turísticos impagables. Estudia con detenimiento y estrategia, la vida pública y las cuentas de Instagram de los que tanto envidia y a quienes quiere asimilarse.

Como es de imaginarse no falta a ninguna fiesta de exalumnos, recepción de una embajada, desfile de modas, inauguración de una exposición de diseño o reunión de nombres rimbombantes en torno al arte. Para eso tiene con su pareja, un arquitecto esmerado de la Anáhuac, un círculo de conocidos y amistades con las que intercambia favores e invitaciones trendy. Además, es simpático y halagador. Ese es, en pocas palabras, su modus vivendi.

Pocos conocen, sin embargo, su modus operandi: aprendió desde muy joven a lograr sus metas materiales, aunque fuese delinquiendo. Sin demasiados estudios se convirtió en uno de esos empresarios que hacen canjes y cambalaches y que muchas de las veces no pagan las facturas o no entregan las mercancías prometidas. De la venta de credenciales falsas del entonces IFE al robo del mobiliario en renta a proveedores de eventos, aprendió que en este país todo se puede arreglar con violencia o con sobornos si se tienen los contactos adecuados.

No obstante quería más y más, y entonces fue que se decidió a ser más osado, a correr más riesgos, a tornarse más cínico y vivir –y muy bien– de la estafa profesional. Desde entonces, lo mismo ha conseguido que le patrocinen viajes a Europa que le inviten a lugares finos, que le presten dinero para invertirlo, que clonarle la tarjeta a quien paga en fiestas dentro de bares o con quien se disputa, falsamente, el pago de la cuenta en un restaurante.

Otra de tantas estafas que realiza es la de contactar a mexicanos expatriados con quienes tiene contactos en común por redes sociales, para que le apoyen en sus viajes de “negocios”. En tales interacciones, busca víctimas de clase media, trabajadoras, que suelen ser sumamente amables y a las que puede impresionar con actos de agradecimiento poco comunes. 

Tal fue el caso de Ana, una mexicana en Hong Kong que le comentó que por cuestión de trabajo y por falta de recursos, su familia no podía visitarla, pues el cáncer de su padre avanzaba y les estaba costando una fortuna. Entonces, con toda amabilidad le ofreció su beneficio de United Airlines, de donde era socio platino y con sobrantes de millas. Podía conseguirles un vuelo redondo, para dos, en  50 mil pesos y en business.  Llegando a México, sin perder el tiempo, contactó a don Jorge, el enfermo padre de Ana y le pidió que le depositara y una vez hecho eso, les envió sus reservaciones confirmadas por correo electrónico. Luego, desapareció (al parecer cambió de número celular) y el día del vuelo les indicaron que esa reserva era falsa. 

Poco antes de morir, don Jorge logró identificar en una revista de sociales que le llevaron al hospital al miserable estafador, elegantemente vestido y en compañía de una reconocida publirrelacionista. 

Sólo pudo acordarse de la última llamada que sostuvieron, cuando le reclamó lo de los boletos: “Ya ni le mueva para encontrarme, pinche viejo, mejor acepte que me lo chingué, muérase ya y déjeme en paz”. 

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