Observatorio Solar, por Gonzalo Núñez de León
A finales de febrero de 2025, el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica lanzó un Aviso Epidemiológico alertando sobre el aumento alarmante de casos de tos ferina en México: 288 casos confirmados hasta marzo, frente a apenas 19 casos en el mismo periodo de 2024.
Desde 2024, el brote ya comenzaba a perfilarse no solo en México, sino en varios países de América como Brasil, Perú, Colombia y Estados Unidos. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) no tardó en emitir una alerta, pidiendo a todos los gobiernos reforzar la vigilancia y aumentar la cobertura de vacunación.
En nuestro país, la tos ferina ha regresado como un problema de salud pública, particularmente grave entre los bebés no vacunados, provocando no solo contagios sino también muertes. Esta enfermedad, causada por la bacteria Bordetella pertussis, es altamente contagiosa y puede llevar a complicaciones severas, incluyendo la muerte, tanto en niños pequeños como —en algunos casos— en adultos.
La transmisión es sencilla: basta el contacto con secreciones respiratorias de un infectado. Entre una y dos semanas después, el cuadro empieza como un resfriado común —secreción nasal, fiebre leve, tos— para luego convertirse en ataques de tos violentos, seguidos de una respiración forzada con un característico silbido. Estos ataques se intensifican de noche, interfiriendo con la alimentación, el sueño y, en muchos casos, la vida misma.
¿Cómo llegamos a este retroceso?
Expertos en epidemiología señalan que, al igual que la tuberculosis, la tos ferina estaba prácticamente controlada en México. Sin embargo, la negligencia de las autoridades sanitarias —que prefirieron cerrar los ojos y desviar presupuestos— ha traído de vuelta enfermedades que se creían erradicadas.
Casos como el de niños con cáncer en Veracruz, que en lugar de quimioterapia recibieron agua, o la escandalosa falta de medicamentos en la fallida “Megafarmacia” del actual Ejecutivo Federal Andrés Manuel López Obrador, son solo ejemplos de una política de salud donde la corrupción y la ineptitud cobraron su precio.
En Chiapas, los recursos destinados a la salud pública también se desviaron con impunidad a campañas políticas y otros “quehaceres” del entonces secretario de Salud —hoy protegido por el fuero federal—, mientras la población quedaba desamparada.
Hoy, en la llamada “Nueva Era”, el gobernador Rutilio Escandón Cadenas ha intentado revertir el desastre: garantizando abasto de medicamentos, reforzando las brigadas médicas, entregando personalmente insumos a los almacenes generales y colocando a Chiapas entre los primeros lugares en atención primaria.
Pero la salud pública no es solo responsabilidad del Estado. Los padres de familia deben asumir su papel en la prevención. La vacunación salva vidas; negarse a vacunar a los niños por creencias personales no solo pone en riesgo al hijo propio, sino a toda la comunidad. Dejarse llevar por mitos y desinformación es abrir la puerta a tragedias evitables.
Y para no perder el humor (negro) en medio del caos, ahí les dejo:
“Poco amor, por favor…”
La señora, de esas enchapadas a la antigua, le dice al médico:
—Doctor, no quiero vacunar a mi niño, pero tampoco quiero que se enferme. ¿Qué me recomienda?
—¡Que no se encariñe con el niño, señora!
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