Realidad Novelada, por J.S. Zolliker ·
La mayoría coincide en que una de las mejores y más gratificantes emociones en la vida, es la del primer enamoramiento. ¿Quién no recuerda su primer real amor, aunque no haya sido nunca correspondido? ¿Aunque no se haya incluso confesado? Quizás sea la inocencia febril o la pura nobleza de la tierna edad, pero la intensidad irredenta con la que se siente la primera vez que nos enamoramos, es irremplazable; inigualable.
A él, recién le pasó en secundaria. Isa, fue su compañera escolar desde el jardín de niños. Siempre la llevaron bien, pero desde hace unos meses, sus sentimientos hacia ella han cambiado. Apenas la mira, sus ojos grandes, su cuello largo, su caminar ligero, y siente un cosquilleo que se le origina en el estómago y le recorre el cuerpo.
Cualquier científico le habría dicho que aquella era una respuesta hormonal y del sistema nervioso autónomo, pero su abuela, el único ser adulto con el que realmente conversa, le dijo que eran mariposas de amor y esa explicación le resultó convincente y suficiente.
Era el primer viernes de febrero ––lo recordará por siempre––, y su mamá lo llevó a casa de Isa “para una reu” con varios amigos. En el camino, su madre hablaba por celular por cosas de trabajo y aunque, le habría gustado platicarle sus intenciones, no quiso interrumpirle para no recibir un reclamo. Además, le sudaban las manos profusamente. Si las circunstancias se prestaban, quería pedirle que fuese su novia ese día. No sabía lo que le esperaba…
La reunión comenzó como todas de las de su rango de edad: algunos refrescos, la playlist de quien primero lograra acoplar el bluetooth, los niños por un lado en el jardín y las niñas por el otro, en la sala. Ocasionalmente, ella y él, cruzaban las miradas y una que otra sonrisa. Todo iba bien hasta que la mamá de Isa decidió dejarlos encargados con una empleada y se fue para hacer las compras de la semana. Entonces, pronto, las cosas se salieron de control.
Una de las amigas de Isa, los instó a juntarse y sacó su celular para enseñarles varios videos divertidísimos de una red social china, a la que varios de ellos, le dedicaban la mayoría de su tiempo sin supervisión parental de ningún tipo (siempre es más fácil entretener con el celular, que imponer reglas que nos impliquen confrontarnos con la complicada vida actual). Apareció en el carrete, el reto de moda: “el último en dormirse, gana”. Consiste en chavos que consumen altas dosis de clonazepam diluido en agua y se filman hasta que una sola persona permanece despierta y gana el reto, dejando como constancia, el video que publica en la mentada plataforma.
Ante las carcajadas por ver cómo desvariaban quienes querían ganar o no querían sucumbir ante los efectos de las benzodiacepinas (¿quién no se ha reído ante la imagen de un bebé o un viejo que cabecean sin control?), Isa recordó que su mamá tenía esa sustancia en su buró y que la consumía para dormir desde el divorcio y entonces, les retó. Él, triunfó y fue el último en perder el conocimiento.
Ahora, están todos en el hospital y no saben ni como llegaron. Como él, ni lo recuerdan. La mayoría se encuentran en urgencias, pero Isa y dos más, están en terapia intensiva. Por seguir una moda absurda de la que los padres ni siquiera están enterados, quizás nunca despierten, pues cayeron en un paro respiratorio tras consumir una dosis demasiado elevada de la sustancia. Este tipo de noticias, me temo, se repetirán cada vez con más frecuencia porque casi nadie vigila el consumo de la brutal desinformación que ahora tienen los más jóvenes. Yo les pregunto, ¿Ustedes y sus familias están actualizados y al tanto?