Por Atziri Arroyo Ruiz, Académica de la Universidad Autónoma de Guadalajara UAG
El inicio de un nuevo año suele ser una época llena de posibilidades, pero para muchas personas, este periodo puede estar teñido de melancolía y desánimo. La depresión estacional es un fenómeno más común de lo que parece, influenciado por factores como el clima frío, la disminución de luz solar y las tensiones sociales propias de estas fechas, como la cuesta de enero y las festividades que exacerban sentimientos de soledad o pérdida. Estas condiciones pueden despertar o intensificar síntomas depresivos en quienes ya los han experimentado o desencadenarlos en personas vulnerables.
Los cuadros depresivos se distinguen por tres características principales: tristeza, anhedonia y desesperanza. La tristeza puede surgir de la comparación con otros, la frustración o la añoranza de tiempos pasados. La anhedonia, por su parte, se manifiesta como la incapacidad de disfrutar actividades o experiencias que antes generaban placer, como escuchar música, disfrutar una buena comida o compartir momentos con seres queridos. Finalmente, la desesperanza se traduce en una visión negativa del futuro, marcada por la incertidumbre y el temor a lo desconocido.
Es crucial prestar atención a estos síntomas y buscar ayuda profesional en caso de ser necesario. La depresión es una condición tratable, y reconocer sus señales es el primer paso para proteger nuestra salud mental y la de quienes nos rodean. Iniciar el año con conciencia sobre nuestra salud emocional puede marcar la diferencia entre afrontarlo con fuerza o sucumbir ante sus desafíos.