• La presidenta calificó como golpe de Estado la destitución de Pedro Castillo en Perú, pero evitó pronunciarse sobre el Nobel de la Paz otorgado a la opositora venezolana
• Especialistas señalan una aplicación selectiva de la Doctrina Estrada en la política exterior mexicana
Ciudad de México, 10 de octubre de 2025.– Durante su conferencia matutina de este viernes, la presidenta Claudia Sheinbaum calificó como un golpe de Estado la destitución del exmandatario peruano Pedro Castillo, al tiempo que pidió su liberación y un juicio justo, atribuyendo la crisis política en Perú a factores de racismo.
“Nosotros consideramos que fue un golpe de Estado el que destituyó al presidente Castillo, en nuestra solidaridad siempre con él y pues creo que fue por unanimidad la destitución (de Dina Boluarte), pero nuestra insistencia en que se libere a Castillo y que tenga un juicio justo”, expresó la mandataria.
Sheinbaum destacó que el caso de Castillo refleja una persecución motivada por prejuicios raciales, un fenómeno que —según dijo— sigue presente en buena parte de América Latina y que agravó la crisis política peruana.
Silencio ante el Nobel a María Corina Machado
No obstante, la presidenta evitó emitir opinión sobre el Premio Nobel de la Paz otorgado a la dirigente opositora venezolana María Corina Machado, quien ha enfrentado represión, amenazas y restricciones por parte del régimen de Nicolás Maduro.
Sheinbaum apeló a la soberanía de los pueblos y la autodeterminación, sin hacer comentarios adicionales sobre el galardón, lo que contrastó con su postura activa respecto a Perú.
El reconocimiento internacional a Machado ha sido interpretado como un respaldo global a la lucha democrática y los derechos humanos en Venezuela, y como una crítica implícita a los regímenes autoritarios en la región.
El doble rasero en la Doctrina Estrada
Este contraste ha sido interpretado por especialistas como un doble rasero en la aplicación de la Doctrina Estrada, principio histórico que guía la política exterior mexicana bajo los valores de no intervención y respeto a la soberanía.
Analistas en relaciones internacionales advierten que México cuestiona abiertamente procesos políticos en países donde simpatiza con ciertos actores, pero guarda silencio ante casos contrarios a sus afinidades ideológicas.
Tal práctica, señalan, debilita la coherencia y credibilidad de la política exterior mexicana y refleja la tensión entre los principios diplomáticos históricos y los posicionamientos políticos contemporáneos.
El caso evidencia que, en la práctica, la política exterior mexicana puede responder más a intereses estratégicos que a criterios universales de justicia o democracia, reabriendo el debate sobre la vigencia real de la Doctrina Estrada en el contexto latinoamericano actual.