Realidad Novelada, por J.S. Zolliker ·
Trabajaba en un aeropuerto con bajo volumen, pero que recibe vuelos internacionales. Era uno de los ya muy pocos mandos civiles. A pesar de amar su trabajo y de llevar una carrera en ascenso, decidió renunciar el año pasado, pues estaban sucediendo cosas -severamente atípicas- en las que prefirió no verse involucrado.
Guardó silencio cuando observó que, a los aviones de una conocida aerolínea venezolana, los regresaban sin pasajeros pero repletos de material médico sin declarar y que hacía mucha falta en México en plena pandemia. Se calló muchas cosas.
Pero la gota que derramó el vaso fue cuando comenzaron a llegar contingentes de personas atípicas de dictaduras de izquierda de América latina. Aviones repletos cuyos pasajeros destruían sus pasaportes en pleno vuelo y los desechaban por el retrete.
Al principio, creyó que era para solicitar asilo, pero pronto se dio cuenta que aquello no tenía nada de inofensivo. Me explica: en cuanto se enteró que tal cosa sucedía, primero sólo con algunos pasajeros, solicitó a su personal detenerles y como le correspondía, dio inmediato aviso a las autoridades migratorias. Ahí fue la primera vez que lo vio. No sabe su nombre real, pero sabe que es de España, que trabaja en la secretaría civil más poderosa de México y que le apodan “el doitor PRAN” (por Preso Respetado por Asesino Nato).
Aquella ocasión, dando charolazo y haciendo prepotente alarde, se metió hasta a los separos del aeropuerto en cuestión y liberó a los presos sin presentar orden judicial ni instrucción superior escrita. Cuando lo confrontó, le dijo sardónico: “calla, gilipollas, o amanecerás frío”. Acto seguido, los guió hacia una Van y uno a uno, conforme iban subiendo, les fue entregando nuevos documentos de identidad mexicana (pasaportes e INE). “Ahora sois nuevas personas, chavales, aprovechadlo bien”.
Cuando estas escenas se multiplicaron, sopesó sus opciones y prefirió alejarse. Si bien es flexible y ocasionalmente puede hacerse de la vista gorda, no le gustaron ni la excesiva frecuencia ni la amenaza. Desde entonces, se ha dedicado a diversas labores. Lo mismo ha trabajado dando clases en preparatoria que ha sido consultor de un agente aduanal. Ahora, cuando por fin se sentía cómodo en su nuevo trabajo en una empresa de paquetería en el área de logística, se lo volvió a topar y en el lugar menos esperado: la central de abastos.
El “doitor” llegó en una de sus conocidas vans y descendió con un grupo de cubanos, nicaraguenses y venezolanos; todos con una pinta física promedio. Lo saludaron un grupo de haitianos y bromeó con los suyos: “a ellos es damos entrada ero para otras labores porque nunca podrían pasar por mejicanos».
Cuando el “doitor” comenzó a dar un tour a sus tutelados, decidió seguirlos; quería averiguar el motivo de esas cada vez más frecuentes importaciones ilegales de personas. Les instruyó: “aquí vais a aprender a ser y hablar mejicano, se emplearán con quienes nos deben y pronto pasareis a la segunda etapa: educarles en la propaganda electoral y en los procesos de votación en los que participareis en junio del año 2024. Si lo hacéis bien y termináis de representantes de casilla, os espera una vida simple y apegada a la causa de la internacional…”. Inmediatamente después, dice, me contactó para contármelo. ¿Será?
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