Análisis a Fondo, por Francisco Gómez Maza
Se le cumplió el deseo de entregar la banda tricolor a Sheinbaum Pardo
Ifigenia Martínez y Hernández, una mujer encantadora. Tu eres mi alumno, me decía cada vez que la encontraba en la vida de manos de Porfirio (Muñoz Ledo) o Cuauhtémoc Cárdenas, o visitaba yo la Facultad de Economía de la UNAM, o el Centro de Estudios Económicos y Sociales en donde, de paso, me encontraba con grandes economistas que decían la verdad y sólo la verdad que no entendían los economistas de los gobiernos de Echeverría, de López Portillo y de Miguel de la Madrid Hurtado. Los que vinieron después – Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe del Sagrado Corazón y Enrique Peña, estuvieron perdidos. De economía no sabían ni la “e” con que comienza la palabra economía. Ifigenia, la maestra, la científica, la economista, la ciudadana, la política, se fue de nuestro mundo, maltratado mundo por los caprichos de los neoliberales, de los maestros del capitalismo salvaje, los imbéciles economicista que, de economía no sabían (tal como los actuales) ni pito de la ciencia económica, y que, indudablemente, no iban a hacer caso a una economista realista, que no creía que los aumentos de salarios fueran per se inflacionarios, por ejemplo.
Pues esa bella mujer, que me enseñó leyéndola, algo de la ciencia económica, más que maestra amiga de sus alumnos, se fue de nuestro mundo terrenal el pasado sábado 5 de octubre, a tres jornadas de otra fecha dolorosa, el 2 de octubre de 1968, cuando Ifigenia, profesora de la facultad de economía, acompañó a sus alumnos en la lucha por la democratización de la sociedad mexicana, gobernada a mansalva y con los fusiles por el criminal sangriento de Gustavo Díaz Ordaz, el hombre que salvó las Olimpiadas de aquel año, que debían de celebrarse en México, con una mortandad de jóvenes, particularmente en la plaza central del conjunto habitacional Tlatelolco. Pero después de un larga y provechosa vida, casi siempre heroica, porque luchó como guerrera por la emancipación y los derechos de las mujeres, tuvo que ceder al llamado de la muerte. No podía más.
El último deseo de la Maestra fue entregar la banda presidencial a la Presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, y se le cumplió el deseo. Siendo la presidenta de la Cámara de Diputados, Ifigenia se sentó en su curul de presidenta y guió todo el protocolo camaral, hasta que el presidente saliente se puso de pie, se despojó de la banda presidencial, se la entrego a Ifigenia para que ésta de la diera a la sucesora en la silla presidencial. La primera mujer presidenta en los poco más de 200 años de la República, hecho que exaltó el ánimo patriótico de la Maestra. Dijeron algunos perros rabiosos que Ifigenia murió debido a que los morenistas la obligaron a presentarse moribunda para la faramalla. Tanto que uno de sus nietos salió a dar una conferencia de prensa banquetera para desautorizar a los enemigos de AMLO, de Claudia Sheinbaun y de Morena, porque mentían con toda la intensión de descalificar al Movimiento que encabeza el tabasqueño. Pero Ifigenia estaba feliz, muy feliz de cumplir con su más grande deseo. Como presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, entregarle la banda tricolor a Sheinbaum Pardo.
El periódico El Independiente publicó en la edición de este lunes 7 de octubre: El Congreso de la Unión de México despidió este lunes con un homenaje luctuoso a Ifigenia Martínez, una de las figuras más influyentes de la política mexicana, defensora de la democracia y las mujeres, tras fallecer este sábado, cuatro días después de la investidura de Claudia de Sheinbaum. El cuerpo de Martínez, quien entregó la banda presidencial apenas el 1 de octubre, llegó en un féretro abanderado con los colores patrios: verde blanco y rojo. Seis hombres trasladaron a lo largo del recinto legislativo de San Lázaro su ataúd hasta el pleno de la Cámara de Diputados, mientras legisladores de todas las fuerzas políticas, diputados y senadores, en sesión de Congreso General, seguían detrás su paso. El recinto, adornado con arreglos florales y dos imágenes electrónicas recientes de Ifigenia fue testigo de su semblanza, entre discursos que resaltaron su lucha por la justicia social, la democracia y la equidad de género.