Cuando la culpa siempre es del mototaxi
El reciente pronunciamiento de la Alianza del Autotransporte Organizado en el Estado, que advierte sobre una supuesta “quiebra” del sector formal debido al crecimiento de mototaxis y al pirataje, vuelve a colocar sobre la mesa un discurso ya conocido: el del traslado automático de responsabilidades. Sin embargo, reducir la crisis del transporte público en Chiapas a la presencia de unidades irregulares es, cuando menos, insuficiente y, en el fondo, una manera de evadir los problemas estructurales que durante años han sido ignorados.
Es cierto que la proliferación de mototaxis opera, en muchos casos, fuera del marco legal. No obstante, también es cierto que su expansión no nació por generación espontánea ni por un capricho de la población. Surgió porque el transporte concesionado no ha logrado —o no ha querido— responder a las necesidades reales de movilidad: rutas insuficientes, unidades en mal estado, tiempos de espera largos, falta de seguridad y un servicio que, para miles de usuarios, simplemente dejó de ser funcional. Cuando el sistema formal se vuelve incapaz de cubrir la demanda, la informalidad ocupa el espacio vacío.
Resulta cómodo acusar a las autoridades de tolerancia y falta de rigor, pero vale la pena recordar que muchas de esas distorsiones son producto de décadas de acuerdos políticos, de concesiones discrecionales y de la nula voluntad del propio sector para modernizarse. El llamado “pirataje” no solo persiste porque hay quien lo opera, sino porque hay quien lo permite y quien se beneficia de su existencia.
Sobre los mototaxis, la postura de que representan un transporte “ni seguro ni cómodo” es discutible. Lo que se debería debatir no es si deben existir o no, sino cómo integrarlos de manera regulada y estratégica a un sistema de movilidad que hoy es incapaz de responder a las necesidades urbanas. La realidad es que, guste o no, los mototaxis funcionan en donde los taxis, colectivos y urbanos no lo hacen. Son un síntoma del problema, no su causa.
El discurso de crisis del transporte formal se repite cada ciertos años, pero rara vez viene acompañado de autocrítica o propuestas de modernización. Mientras la prioridad siga siendo defender privilegios y no mejorar el servicio para los usuarios, cualquier esfuerzo por “frenar la quiebra” será solo maquillaje.
La verdadera urgencia no es erradicar mototaxis a la fuerza, sino replantear el modelo de movilidad de Chiapas, profesionalizar el transporte concesionado, eliminar la corrupción en la entrega de concesiones y crear un marco regulatorio que incluya a todos los actores. Si no se reconoce que el problema es sistémico, el conflicto seguirá siendo el mismo, solo que cada vez más grande y más difícil de resolver.












