Magisterio en Chiapas: ¿protesta legítima o chantaje perpetuo?
Otra vez, los maestros. Otra vez, las marchas. Otra vez, los bloqueos, los plantones y las amenazas de paro. Y todo en nombre de una supuesta lucha por los derechos laborales, que en los hechos termina afectando a quienes menos culpa tienen: los alumnos y la sociedad.
Este jueves, el magisterio chiapaneco, agrupado en la CNTE y en secciones sindicales estatales, tomó calles en Tuxtla Gutiérrez y Tapachula para exigir a la presidenta Claudia Sheinbaum que, dicen ellos, se siente a negociar. Lo curioso es que no importa quién esté en Palacio Nacional o en el Congreso: las demandas son las mismas, las consignas son las mismas, y la respuesta a cualquier intento de diálogo siempre es la misma: más bloqueos, más protestas, más victimismo.
Exigen abrogar reformas hechas desde hace más de una década, recuperar privilegios de jubilación que ningún otro sector laboral tiene, exigir pagos que en muchos casos ya están pactados así como plazas automáticas, todo bajo el amparo de una consigna que se ha vuelto un mantra para la CNTE: «si no es como yo quiero, no se mueve nada”.
Es verdad, hay derechos que defender. Nadie niega que las pensiones deberían ser dignas ni que los maestros merecen seguridad laboral. Pero también es cierto que los métodos de presión magisterial han terminado por afectar a generaciones de alumnos en Chiapas, que pierden clases, contenidos y oportunidades mientras los dirigentes sindicales negocian beneficios, muchos de ellos para sus cúpulas.
La pregunta obligada es: ¿cuándo se defenderá el derecho de los niños a recibir clases sin interrupciones? ¿Cuándo se priorizará la educación sobre los intereses gremiales? Porque en el discurso todo es por la educación pública y gratuita, pero en la práctica, los paros son una constante, los bloqueos son moneda corriente y el chantaje al gobierno de turno es una herramienta de rutina.
Y no se trata solo de demandas locales. Este guion se repite cada año, sin importar quién gobierne. Y mientras el país avanza en otros sectores, Chiapas sigue atrapado en este círculo vicioso: paro, protesta, negociación, incumplimiento, nueva protesta… y los alumnos, siempre al final de la lista.
Ya es hora de que el magisterio chiapaneco asuma su verdadera responsabilidad social: educar. Y que las autoridades dejen de ceder ante presiones disfrazadas de lucha social que, en el fondo, mantienen secuestrado el calendario escolar y los derechos de miles de niños.
Las causas justas no se ganan con chantajes. Se ganan con congruencia, trabajo y respeto a la sociedad.