¿Seguridad o simple percepción?
La reciente edición de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) nos deja una verdad incómoda y un pequeño respiro: más del 60 por ciento de los habitantes de Tuxtla Gutiérrez aún se sienten inseguros, pero por primera vez en dos años, la capital chiapaneca registra una baja significativa en la percepción de riesgo.
El 63.7 por ciento de los encuestados considera que vivir en Tuxtla es inseguro. Si bien esta cifra sigue siendo alarmante, representa una mejora frente al 70.1 por ciento reportado en marzo y un descenso aún mayor respecto al 77.5 por ciento de hace un año. Esto sitúa a la ciudad, por primera vez en mucho tiempo, por debajo del promedio nacional.
Sin embargo, más allá del optimismo que puedan despertar estas cifras, la realidad cotidiana de miles de tuxtlecos sigue marcada por el temor. La sensación de vulnerabilidad en espacios como cajeros automáticos, transporte público, calles y carreteras no es un simple dato estadístico: es una experiencia diaria, una precaución constante, un límite invisible que restringe libertades.
Las autoridades estatales aseguran estar reforzando acciones para mejorar la seguridad. Es una promesa que se repite sexenio tras sexenio, pero que pocas veces se refleja con contundencia en las colonias, en las rutas de transporte o en las banquetas mal iluminadas. La percepción no cambiará de fondo mientras los hechos sigan gritando lo contrario.
Sí, celebramos que la tendencia apunte a la baja. Pero la seguridad no se mide solo en encuestas, sino en la confianza con la que una madre camina al mercado, un joven sale de noche o un adulto mayor espera el colectivo. Y en ese terreno, aún falta mucho por hacer.
La mejora en los datos es un primer paso. Ahora toca dar los siguientes: recuperar espacios públicos, dignificar a las policías, atender las causas sociales de la violencia, y sobre todo, devolverle al ciudadano su derecho más básico: vivir sin miedo.