Violencia normalizada: un problema que no podemos seguir ignorando
La violencia en Chiapas sigue mostrando su rostro más crudo y alarmante en distintos ámbitos de la sociedad. No solo en las calles, sino en espacios que deberían ser seguros y de protección, como los centros de salud y las escuelas. Dos recientes casos revelan una problemática que persiste en el estado: la violencia médica contra mujeres y la brutal agresión de un estudiante del Cobach 13 en Tuxtla Gutiérrez.
En el primer caso, un estudio de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH) evidenció que el 76.7% de las madres adolescentes en entornos urbanos han sufrido violencia médica. Esto incluye desde agresiones verbales hasta negligencia en la atención, lo que agrava aún más la vulnerabilidad de quienes ya enfrentan embarazos en condiciones adversas. Las instituciones de salud, en lugar de ser espacios de cuidado y apoyo, se han convertido en escenarios donde las pacientes son revictimizadas por prejuicios y falta de sensibilidad.
Por otro lado, la violencia también se manifiesta en las aulas. En Tuxtla Gutiérrez, un estudiante del Cobach 13 fue brutalmente golpeado por un compañero de sexto semestre, sufriendo un traumatismo intracraneal que lo llevó al hospital. Lo más indignante es que el agresor, hijo de una funcionaria municipal, presume impunidad gracias a las influencias políticas de su madre. No es el primer caso de abuso por parte de este joven, y sin embargo, el miedo a represalias ha silenciado a otras víctimas.
Estos casos son prueba de que la violencia en Chiapas está lejos de ser un problema aislado. Se encuentra enquistada en estructuras que deberían garantizar bienestar, justicia y equidad. Si no se toman medidas firmes, se seguirá perpetuando un sistema donde la impunidad y la revictimización son la norma.
Es momento de exigir que las autoridades actúen con determinación. En el sector salud, se necesita una transformación profunda en la atención a las mujeres, asegurando un trato digno y libre de discriminación. En las escuelas, la violencia debe ser erradicada con sanciones ejemplares y programas de prevención efectivos.
La indiferencia solo agrava el problema. Si como sociedad seguimos normalizando la violencia, nos convertimos en cómplices de la injusticia. Exijamos cambios, porque el silencio solo beneficia a los agresores.