Entre compromisos y realidades
En días recientes, el Gobierno de Chiapas y UNICEF anunciaron una alianza estratégica para priorizar los derechos de la niñez en la entidad. La noticia, esperanzadora por naturaleza, refleja una voluntad institucional de colocar a las niñas, niños y adolescentes en el centro de las políticas públicas, con la promesa de construir un “buen sexenio” para ellos. La infancia chiapaneca, sin duda, merece todas las oportunidades posibles para crecer, aprender y vivir sin miedo.
Sin embargo, mientras se firmaban estos compromisos en los escritorios de la alta gestión, a tan solo unos kilómetros, la cruda realidad evidenciaba una deuda histórica que también vulnera a nuestras infancias: la violencia contra las mujeres. San Cristóbal de Las Casas, uno de los municipios más visitados y admirados de Chiapas, ocupa hoy el deshonroso segundo lugar estatal en agresiones hacia las mujeres. Detrás de cada caso hay hijas, hermanas, madres y familias rotas que enfrentan no solo el miedo cotidiano, sino también una estructura institucional que pocas veces logra protegerlas efectivamente.
Hablar de un futuro mejor para las infancias implica, necesariamente, garantizar entornos seguros para las mujeres. Porque donde hay violencia contra ellas, hay hogares fracturados y niños creciendo entre el miedo y la incertidumbre. Las políticas públicas no pueden diseñarse en compartimentos aislados: los derechos de la niñez y los derechos de las mujeres son causas hermanadas.
Celebramos que Chiapas busque alianzas internacionales que fortalezcan sus acciones sociales. Pero también exigimos coherencia, voluntad política y resultados tangibles. Que las cifras de violencia no sigan siendo estadísticas frías y que los discursos oficiales no se queden en buenas intenciones. Que el “buen sexenio” no sea solo un eslogan, sino una realidad palpable en cada comunidad, en cada casa, en cada escuela, y sobre todo, en la vida de quienes más lo necesitan.
El reto está puesto sobre la mesa. Ahora toca a quienes gobiernan demostrar que los compromisos se honran en la calle, no solo en el papel.