RAYOS Editoriales 21.05.25

A plena luz del día

En México, ya no hay zonas ni horarios seguros para morir. Lo que antes ocurría en los callejones oscuros y en las madrugadas ahora sucede a plena luz del día, en avenidas transitadas, frente a estaciones del Metro y bajo la mirada impotente de la ciudad. Así fue el doble asesinato de dos colaboradores cercanos a Clara Brugada, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, en una escena digna de un thriller criminal, pero que es ya una triste postal de la violencia cotidiana.

El ataque, perpetrado este lunes por la mañana en la capital del país, no sólo expone el nivel de impunidad con que se mueven los criminales, sino también la incapacidad —o indiferencia— de los gobiernos que en sus discursos aseguran tener “controlado” el tema de seguridad. Si esto ocurre en el corazón político del país, a escasos metros de cámaras de vigilancia y estaciones policiacas, ¿qué puede esperar el resto de México?

Ricardo Anaya no tardó en señalar lo evidente: hay indicios de un posible crimen de Estado. Y aunque en tiempos electorales cualquier declaración se ve atravesada por tintes políticos, lo cierto es que este doble homicidio tiene ingredientes que ameritan una investigación sin concesiones y sin pactos de silencio. Cuando la violencia toca a los equipos políticos más cercanos al poder, suele saberse que el mensaje es más grande que la ejecución.

Y como suele pasar en nuestro país, mientras se perpetran atentados, se anuncian detenciones de “generadores de violencia” y se hacen rondines mediáticos en las mañaneras. Pero la sangre derramada en las calles sigue ahí, a la vista de todos.

Lo ocurrido en la Ciudad de México no es un hecho aislado. Es el reflejo de un México donde el crimen organizado, los intereses políticos y las pugnas por el poder han logrado borrar las líneas entre lo legal y lo criminal. Lo vimos con alcaldes asesinados, con periodistas silenciados, y ahora con funcionarios en funciones.

Hoy, más que nunca, la ciudadanía merece explicaciones claras y acciones contundentes. Porque si asesinan funcionarios a plena luz del día en la capital del país, lo que ocurre en los municipios pequeños y las carreteras olvidadas difícilmente se sabrá… o se querrá saber.

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