Rayos Editoriales

El nuevo rostro del hambre en Chiapas

Chiapas atraviesa una emergencia silenciosa que se agrava sin que se enciendan todas las alertas necesarias. Las muertes por desnutrición aumentaron casi 50 por ciento en un solo año, según cifras recientes del INEGI: pasaron de 199 en 2023 a 298 en 2024. Detrás de estos números hay niñas, niños y adultos mayores que no tuvieron acceso oportuno a una alimentación digna. Y detrás de cada caso, una cadena de carencias históricas que siguen marcando el destino de las familias chiapanecas.

Pero esta no es la única señal de alarma. A la crisis alimentaria se suma un fenómeno sanitario emergente: la aparición de la Diabetes Tipo 5 (DMS), reconocida por la Federación Internacional de Diabetes en abril de 2025. Esta variante, documentada por los investigadores mexicanos Ortiz Vilchis y Castillo Reyes, tiene una causa que revela una verdad incómoda: nace de la desnutrición crónica en la infancia.

La Diabetes Tipo 5 no afecta a personas con sobrepeso ni con antecedentes familiares, como ocurre en la diabetes tradicional. Aparece en adultos de peso normal o bajo, que crecieron en hogares donde el alimento no siempre estuvo garantizado. El 70 por ciento de los pacientes con este padecimiento reportó haber sufrido desnutrición infantil, y 62 por ciento vive en comunidades rurales o de alta marginación. Una cifra que, por sí misma, explica el arraigo del problema en Chiapas.

Aún más grave es que la DMS suele ser diagnosticada como Diabetes Tipo 2. Esto genera tratamientos equivocados, pérdida de tiempo valioso y, en muchos casos, complicaciones letales. El sistema de salud no está preparado para identificarla de forma temprana ni para atender a la población que la padece.

Chiapas enfrenta así dos crisis que se retroalimentan: la pobreza que genera desnutrición y la desnutrición que ahora deriva en una nueva enfermedad. Es un círculo vicioso que lastima a las regiones más pobres del estado, donde ya se padecen rezagos en infraestructura, escasez de personal médico y dificultad para acceder a alimentos nutritivos.

Este escenario demanda una respuesta urgente. No basta con repartir suplementos o reforzar campañas temporales. Se requiere una política integral que garantice el derecho a la alimentación, que atienda la salud desde la prevención y que reconozca que el hambre no es una estadística: es una violación cotidiana a la dignidad humana.

Si Chiapas quiere romper este ciclo, debe colocar la nutrición y la salud en el centro de su agenda pública. De lo contrario, la pobreza seguirá escribiendo diagnósticos y certificando muertes que pudieron evitarse.

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