RAYOS Editoriales • 14.11.25

Chiapas y la realidad detrás de la cifra

La reducción del 58.7 por ciento en los homicidios dolosos registrada en Chiapas durante 2025 no es un dato menor. Es, de hecho, la segunda disminución más notable del país, solo detrás de Zacatecas. En un panorama nacional donde la violencia sigue siendo un desafío estructural, cualquier descenso sostenido debe analizarse con seriedad, pero también con prudencia. Las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNP) ofrecen una fotografía alentadora, aunque no necesariamente definitiva.

La tendencia a la baja durante los últimos 13 meses es una señal de que algo se está moviendo en el país. Octubre cerró con un promedio de 54.5 homicidios diarios, lejos de los 86.9 registrados al inicio de la actual administración federal. Este retroceso nacional, del 37 por ciento, respalda la tesis de que los esfuerzos combinados de las corporaciones de seguridad, los gobiernos estatales y las acciones de inteligencia comienzan a dar resultados. En Chiapas, donde el conflicto social, la presencia criminal y las disputas territoriales han marcado la pauta durante años, una caída de esta magnitud debe reconocerse.

Sin embargo, detenerse únicamente en las cifras sería un error. La violencia no desaparece porque disminuyan los homicidios; simplemente muta, se desplaza o toma otras formas. El mismo informe del SESNP advierte que más del 50 por ciento de los homicidios del país se concentran en siete entidades, lo que revela una distribución desigual del fenómeno y confirma que la pacificación en México avanza a ritmos distintos. Que Chiapas registre una baja importante no significa que esté a salvo, ni que su realidad sea la misma que la de Guanajuato, Chihuahua o Baja California, donde persisten dinámicas criminales profundamente arraigadas.

Chiapas, además, enfrenta sus propios desafíos. La conflictividad comunitaria, los territorios en disputa, la impunidad histórica y la falta de capacidades institucionales siguen ahí, palpables, aunque la estadística muestre un respiro. El reto es que esta tendencia no se convierta en un espejismo temporal, sino en una ruta sostenida que se traduzca en seguridad real para las familias chiapanecas. De poco sirve un gráfico que desciende si en la vida cotidiana persisten los temores, si los desplazamientos forzados continúan, si la extorsión se mantiene o si las instituciones no logran consolidar la confianza ciudadana.

La reducción del homicidio es un avance, pero no un cierre de capítulo. Ahora corresponde a las autoridades profundizar las estrategias que han funcionado, corregir lo que no ha dado resultados y, sobre todo, atender las causas estructurales que alimentan la violencia: desigualdad, falta de oportunidades, presencia criminal, corrupción y ausencia del Estado en regiones completas.

Chiapas tiene ante sí la posibilidad de convertirse en un ejemplo nacional si consolida esta curva descendente. El reto está en no perder de vista que la seguridad no se mide solo en números, sino en la percepción y en la vivencia diaria de la ciudadanía. Que la reducción sea un punto de partida, no un pretexto para la complacencia.

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