México, el rostro de la violencia sin guerra
En el marco del Índice de Conflictos 2024 publicado por la iniciativa global ACLED y el Balance 2024 de Reporteros Sin Fronteras (RSF), México ha sido retratado como un país atrapado en una encrucijada devastadora: el cuarto más violento del mundo, a pesar de no estar en guerra formal. Este dato es alarmante y plantea serios cuestionamientos sobre el rumbo que como nación estamos tomando.
El reporte de ACLED señala que México enfrenta una “guerra civil de cárteles”, una lucha intestina donde la fragmentación del crimen organizado, la impunidad y la debilidad institucional han configurado un escenario de violencia continua. Con 8,110 muertes relacionadas con violencia política este año, se posiciona por encima de países que atraviesan conflictos armados internos o invasiones extranjeras, como Ucrania o Yemen.
A esto se suma el inquietante balance de RSF, que identifica a México como el país más peligroso para ejercer el periodismo. Más de 30% de los periodistas desaparecidos a nivel mundial en la última década son mexicanos. Este dato, por sí solo, debería estremecer al sistema político y social del país, pero la realidad es que la violencia hacia periodistas no solo persiste, sino que se normaliza.
El poder sin control
La afirmación de que el gobierno mexicano tiene “el poder pero no el control” de todo el territorio no es nueva, pero cobra especial relevancia a la luz de estos informes. La falta de un control efectivo no solo refleja la incapacidad del Estado para garantizar seguridad, sino también para ejercer su soberanía en amplias regiones del país.
La violencia que vivimos no se limita al ámbito del narcotráfico o la delincuencia organizada; trasciende hacia lo político y lo social, envenenando cada rincón de la vida pública. Los asesinatos, las desapariciones y las amenazas a quienes ejercen el periodismo son un síntoma de un sistema donde la impunidad reina y las instituciones fallan en su deber más básico: proteger a sus ciudadanos.
México está en una crisis que requiere más que soluciones superficiales o discursos esperanzadores. Es necesaria una transformación estructural que ataque las raíces de la violencia: la corrupción, la desigualdad y la impunidad. Es fundamental invertir en el fortalecimiento del sistema de justicia, la creación de oportunidades económicas y el rescate del tejido social en comunidades vulnerables.
El periodismo, como pilar de la democracia, debe ser protegido a toda costa. Cada ataque a un periodista es un golpe directo a la libertad de expresión y al derecho de la ciudadanía a estar informada. Sin un esfuerzo decidido para garantizar la seguridad de quienes ejercen esta labor, el país continuará descendiendo en los índices globales de libertad y derechos humanos.
Es urgente actuar. El tiempo para el cambio no es mañana, es hoy.