RAYOS Editoriales • 13.10.25

La urgencia de revertir la crisis vial en Tuxtla

La reciente revelación de que la Cruz Roja en Tuxtla Gutiérrez atiende entre 100 y 120 accidentes de motocicleta cada mes obliga a una reflexión seria: lo que vemos no es un simple número, sino la evidencia de una crisis vial que está cobrando vidas y exhibe el deterioro de la convivencia en las calles.

Hasta hace poco, los incidentes que involucraban motociclistas se mantenían en un nivel más bajo, de tres o cuatro diarios; hoy, los reportes indican entre seis y siete cada jornada. Este incremento no puede pasar inadvertido. La motocicleta, que para muchos representa una alternativa económica y rápida de transporte, se ha convertido en un vehículo de alto riesgo por una suma de factores que van desde la imprudencia hasta la falta de infraestructura adecuada.

El auge de las plataformas de reparto ha multiplicado el número de motocicletas en circulación. La presión por entregar pedidos en tiempos cada vez más cortos empuja a muchos conductores a correr riesgos innecesarios. Pero no toda la responsabilidad recae en ellos: automovilistas que no respetan el espacio de las motos, maniobras peligrosas y una falta generalizada de respeto a las normas de tránsito completan el cuadro. A esto se suman calles en mal estado, falta de señalización, poca iluminación y lluvias que agravan los accidentes.

El resultado más alarmante es que entre siete y diez personas pierden la vida cada mes en el lugar del accidente. No se trata de cifras frías, sino de familias que quedan rotas, de jóvenes que buscaban ganarse la vida y de ciudadanos que encuentran la muerte en trayectos cotidianos.

Frente a esta situación, se impone la acción. Las autoridades deben fortalecer la regulación, garantizar que los motociclistas cuenten con licencia, seguro y casco certificado, y aplicar sanciones efectivas. La capacitación obligatoria en manejo seguro, el mantenimiento de la infraestructura vial y campañas de cultura vial son pasos urgentes. La Cruz Roja, las corporaciones de tránsito y la sociedad civil deben coordinarse para identificar zonas de riesgo y prevenir tragedias.

Los accidentes no son casualidades inevitables, sino el reflejo de decisiones y omisiones. Si las cifras continúan así, con decenas de muertes al mes, estaremos aceptando como normal que cada día alguien no regrese a casa. Tuxtla merece calles seguras, donde movilizarse no sea un acto de fe, sino un derecho que se ejerce con responsabilidad. Es hora de frenar esta tendencia antes de que se cobre más vidas.

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