RAYOS Editoriales 05.05.25

Editorial | La deuda que no se ve… pero pesa

Mientras el discurso oficial insiste en que la economía mexicana camina con estabilidad, los números que no se gritan en las mañaneras cuentan otra historia. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público reportó que, al cierre del primer trimestre de 2025, la deuda pública del país alcanzó el 49.9% del Producto Interno Bruto. Una cifra que debería preocuparnos, más allá de tecnicismos y explicaciones acomodadas.

Cada punto porcentual que crece la deuda compromete no solo las finanzas del gobierno actual, sino el futuro de las próximas administraciones y, por supuesto, de las familias mexicanas. Porque esa deuda no se queda en papeles o en comunicados: se traduce en menos inversión, más intereses que pagar y, tarde o temprano, en menos recursos para salud, educación, seguridad y obra pública.

Es cierto que toda economía recurre al endeudamiento, sobre todo en tiempos de emergencia. Pero cuando el argumento de la pandemia quedó atrás y la economía global empieza a recuperarse, México sigue optando por el camino fácil: pedir prestado para tapar boquetes, sin revisar a fondo el gasto público, sin transparentar proyectos que no terminan de cuajar y sin rendir cuentas claras sobre cómo se est utilizando cada peso que se debe.

Y encima, se sigue tirando el dinero en obras faraónicas que no funcionan y en programas de asistencialismo que, más que combatir la pobreza, se han convertido en la maquinaria electoral más efectiva del gobierno. Recursos que deberían destinarse a fortalecer la economía productiva, mejorar servicios públicos y generar empleos de calidad, hoy se van en mantener estructuras clientelares y megaproyectos que no han demostrado ni rentabilidad ni beneficio real para la mayoría de los mexicanos.

Urge que el debate público deje de girar solo en torno a slogans y candidatos, y se empiece a hablar de cómo vamos a enfrentar este panorama económico. Porque las cifras ahí están y no son menores.

México no merece una deuda que no se ve, pero que todos pagamos.

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