RAYOS Editoriales · 9.12.25

Chiapas y el reto de leer más

El dato es duro, pero no sorprende: en Chiapas se leen apenas uno o dos libros al año. La cifra, revelada por especialistas y actores del sector cultural, vuelve a poner sobre la mesa una realidad que hemos normalizado por demasiado tiempo: leer sigue siendo un privilegio y no un hábito arraigado en la vida cotidiana de la mayoría de los chiapanecos.

No es una novedad que nuestro estado figura entre los últimos lugares en índices de lectura. Municipios como Tuxtla, San Cristóbal o Comitán muestran un avance relativo, pero siguen siendo islas en medio de un territorio donde las librerías son escasas, las bibliotecas insuficientes y el acceso a libros impresos es prácticamente nulo en zonas rurales. El problema no es solo de oferta cultural: es también un síntoma de desigualdad.

Porque el bajo nivel de lectura no es un dato aislado. Afecta y se entrelaza con otros indicadores que Chiapas lleva cargando por años: rezago educativo, falta de comprensión lectora, poca formación crítica y oportunidades limitadas para miles de jóvenes. Un estado que lee poco es un estado que piensa menos, y eso tiene costos profundos en la participación ciudadana, el desarrollo económico y la vida democrática.

Lo más preocupante es que, aun sabiendo esto, las acciones de fomento a la lectura siguen siendo dispersas, temporales o meramente simbólicas. No basta con organizar ferias del libro una vez al año ni entregar colecciones escolares que terminan arrumbadas. Se necesitan políticas públicas sostenidas, presupuestos reales y una visión de largo plazo que coloque el libro y la lectura en el centro de la agenda educativa y cultural.

Los expertos ya trazaron rutas posibles: ampliar la red de bibliotecas, crear clubes de lectura comunitarios, mejorar la compra y distribución de libros, impulsar campañas de donación, fortalecer la mediación lectora en las escuelas y, sobre todo, acercar material de calidad a quienes nunca han tenido un libro en sus manos. No se trata solo de promover la lectura, sino de democratizarla.

Chiapas no puede darse el lujo de seguir postergando este tema. Si realmente aspiramos a un estado más justo, más competitivo y más consciente de su propio destino, debemos empezar por lo básico: leer más. Y para eso se requiere voluntad política, inversión pública y una ciudadanía que entienda que el libro no es un lujo, sino una herramienta de libertad.

Leer transforma. Hoy, más que nunca, Chiapas necesita esa transformación.

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