RAYOS Editoriales · 28.05.25

La salida de la UVM: una señal de alerta para Chiapas

La reciente confirmación de que la Universidad del Valle de México (UVM) cerrará su campus en Chiapas no es solo una noticia más en el ámbito educativo. Es una llamada de atención profunda sobre el entorno económico, social y estratégico que enfrenta la entidad. La partida de una institución privada de este calibre no puede tomarse a la ligera: implica una pérdida directa para la economía local, una disminución en la oferta educativa y, sobre todo, un síntoma de que algo no está funcionando en el ecosistema que debería sostener e incentivar la inversión en educación.

La UVM, con presencia nacional y parte de una red global de universidades, representa más que un centro de formación profesional: es un generador de empleos, un polo de atracción de estudiantes de otras regiones, y un dinamizador de sectores como vivienda, transporte, alimentación y servicios. Su presencia en Chiapas significaba derrama económica, vinculación académica con el sector productivo y oportunidades para cientos de jóvenes que buscaban una formación universitaria con estándares nacionales e internacionales.

Su salida envía un mensaje preocupante: ¿es Chiapas un territorio inviable para las instituciones educativas privadas de alto nivel? ¿Por qué se marchan, y por qué no logramos retenerlas? Más allá de las razones internas de la institución —que pueden ir desde la rentabilidad hasta la baja matrícula o ajustes corporativos—, lo cierto es que la falta de condiciones óptimas para operar, el bajo poder adquisitivo de las familias, la inseguridad o la limitada conectividad también pesan en la balanza.

Este hecho nos obliga a repensar el papel del estado y los municipios en la generación de entornos propicios para que las instituciones educativas privadas —que complementan la oferta pública— puedan prosperar. Si una universidad como la UVM se va, ¿qué panorama queda para los proyectos emergentes? ¿Qué incentivo tiene una nueva institución para llegar a Chiapas?

La educación es un motor económico. No solo forma profesionistas: genera empleos, promueve innovación, detona desarrollo urbano y mejora la calidad de vida. Perder una universidad es perder también todas esas oportunidades que giran a su alrededor.

Es momento de actuar. El gobierno estatal y los actores locales deben abrir un diálogo amplio con el sector educativo —público y privado— para entender sus necesidades y desafíos. Urge una estrategia que proteja lo que ya tenemos y que fomente nuevas inversiones educativas. Chiapas no puede seguir siendo un estado expulsor de talento, ni permitir que sus jóvenes tengan que migrar para estudiar lo que aquí debería estar disponible.

La salida de la UVM debe dolernos, pero sobre todo debe movilizarnos. Porque cuando una universidad cierra, no solo se apagan aulas: se apagan también sueños, empleos y posibilidades.

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