Chiapas: proteger la tierra, escuchar a sus pueblos
En tiempos donde los discursos políticos van y vienen como las lluvias de temporada, los pueblos de Chiapas siguen recordando una verdad esencial: la tierra no se negocia. Ayer, el gobierno estatal declaró como Reserva Natural Comunitaria al ejido San Cristobalito, en Tzimol, una decisión que, más allá del acto protocolario, plantea una pregunta de fondo: ¿qué tanto hemos aprendido a escuchar a las comunidades que cuidan los territorios que garantizan nuestro futuro?
Chiapas es el pulmón verde del país y, al mismo tiempo, una tierra históricamente marginada en decisiones sobre su propio destino. La protección de áreas naturales no puede limitarse a nombramientos en boletines oficiales o a placas inauguradas; requiere presupuesto, vigilancia, planes de manejo y, sobre todo, respeto absoluto a las formas de organización comunitaria.
Los ejidos, las comunidades indígenas y campesinas han sido los verdaderos guardianes de los bosques, ríos y montañas. Hoy que las consecuencias del cambio climático son imposibles de ignorar —inundaciones, sequías prolongadas, contaminación de mantos acuíferos— resulta urgente replantear la relación entre desarrollo, medio ambiente y territorio.
El reto es inmenso: preservar sin desplazar, invertir sin despojar y planificar sin imponer. El reconocimiento de reservas comunitarias debe ir acompañado de recursos públicos y autonomía plena para quienes viven y cuidan esos espacios. De lo contrario, seguiremos sumando nombres a una lista de buenas intenciones que se marchitan sin resultados.
Que la declaratoria de San Cristobalito no se quede en fotografía para el archivo, sino que marque el inicio de una política ambiental con rostro local, sensible y congruente. Chiapas lo exige y su gente lo merece.