Chiapas, un gigante forestal detenido por permisos y desinterés oficial
México presume vastas zonas forestales, pero depende del exterior para abastecer más del 60 por ciento de la madera que consume. Mientras tanto, regiones con enorme riqueza como Chiapas siguen atrapadas entre la burocracia, el desfinanciamiento y la falta de visión pública para detonar un sector que podría ser motor económico, social y ambiental.
La industria nacional demanda 22 millones de metros cúbicos de madera al año y 14 millones llegan del extranjero, desplazando a productores locales y configurando un esquema de competencia desleal. En Chiapas, donde existe un potencial maderable ampliamente reconocido, el impacto es doble: además de las importaciones, la lentitud en la entrega de permisos mantiene frenado cualquier intento de consolidar un aprovechamiento sostenible.
La ausencia de cifras claras sobre la producción estatal revela otro síntoma del rezago institucional. Sin diagnósticos precisos no se puede planear, invertir ni mejorar. Y si a ello se suma la escasa inversión en tecnología —maquinaria obsoleta, procesos ineficientes, poca capacidad de transformación—, el resultado es una industria que avanza a paso forzado mientras observa cómo la madera extranjera inunda el mercado.
Chiapas tiene la oportunidad de convertirse en un referente del manejo forestal responsable, con comunidades que generen ingresos legítimos y ecosistemas gestionados de manera sustentable. Pero esa oportunidad no florecerá mientras persistan los retrasos en los permisos, la falta de recursos para programas forestales y la indiferencia hacia la modernización productiva.
El sector maderero no necesita discursos; necesita reglas claras, inversión pública y acompañamiento técnico. De lo contrario, seguiremos importando madera mientras los bosques chiapanecos, subutilizados y mal administrados, esperan a que el Estado decida apostar por ellos.












