RAYOS Editoriales · 28.11.25

Violencia feminicida desborda a Tuxtla

Tuxtla Gutiérrez atraviesa una semana marcada por el dolor, la indignación y la profunda preocupación social. Tres feminicidios en menos de siete días no solo revelan un patrón trágico, sino la confirmación de una realidad que organizaciones civiles han advertido desde hace años: la capital del estado se ha convertido en un foco rojo de violencias contra las mujeres.

La Colectiva Feminista 50+1 Chiapas lo expresó con nitidez: tres mujeres asesinadas, tres familias destrozadas y un mensaje contundente de que las medidas implementadas hasta ahora no están funcionando. Leticia, de 53 años, fue atacada en su propio hogar en la colonia Adriana Gabriela; Yerli Yaritza, estudiante de Enfermería de apenas 18 años, fue asesinada en Ocosingo; y Fabiola Elizabeth, de 17, perdió la vida tras acudir a una reunión en Tuxtla. Sus historias, diferencias y contextos se cruzan en un punto común: la impunidad.

La violencia feminicida no es un fenómeno repentino ni aislado. Ha crecido al ritmo del silencio institucional, de la insuficiencia de políticas públicas y de la falta de una estrategia integral que prevenga antes que lamente. La Alerta de Violencia de Género, vigente desde hace años, se ha convertido en un mecanismo que, lejos de generar resultados visibles, evidencia su desgaste ante la falta de revisión, transparencia y capacidad de adaptación.

Tuxtla arde no solo por el número de casos, sino por la normalización del miedo. Las mujeres viven entre rutas repetidas, mensajes de ubicación y protocolos autoimpuestos que sustituyen el papel de las autoridades. Es ahí donde radica el mayor fracaso: cuando la ciudadanía intenta suplir la ausencia del Estado.

Resulta urgente replantear el funcionamiento de la Alerta de Violencia de Género, fortalecer las instituciones responsables de la prevención y garantizar investigaciones con perspectiva de género que no revictimicen ni dilaten procesos. No se trata solo de contar feminicidios, sino de impedirlos. Chiapas no puede resignarse a que cada semana se escriba un nuevo capítulo de tragedia.

La memoria de Leticia, Yerli y Fabiola Elizabeth exige algo más que pronunciamientos. Exige compromiso, acciones concretas y la voluntad política de enfrentar una crisis que hiere la dignidad y la seguridad de todas las mujeres. Porque mientras la justicia llegue tarde o no llegue, el foco rojo seguirá encendido, recordándonos la urgencia de actuar antes de que el dolor siga creciendo.

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