Tubo de Ensayo · René Delios //
Cualquier evento violento en la entidad se magnifica –con mucho por la oposición-, a lo mejor pensando que antes no pasaban cuando, tienen tiempo sucediendo en escala de bajo impacto, y que igual no eran del conocimiento público pues, contrario a hoy, otrora se controlaba la información en medios informativos y no pasó nada.
Aunque pasara y las secuelas –sobre todo agrarias- ahí están, como herencia de pasados gobiernos que solo se dedicaron a administrar el problema y a llenar minutas.
Hoy, lo que sea, dónde sea, inmediatamente se da cuenta en las redes sociales, y aun lo lamentable de los casos, no llegamos a índices altos de –repito- los lamentables homicidios dolosos -incluyendo los feminicidios-, con la frecuencia con que suceden en entidades vecinas como Veracruz o Tabasco, estados en los que la disputa entre células criminales por el trasiego de drogas, contrabando de todo -hasta de seres humanos- es cosa casi diaria, eso sin agregar las víctimas de sus actividades, que solo a veces son de la atención pública nacional en caso de masacres como la reciente en Guerrero, o cae abatido algún empresario o político.
Las redes sociales contribuyen a la difusión de los sucesos, y desde luego se vuelcan en una vorágine –con mucho morbo- que en la mayoría de las veces comprende desinformación que se da como cierta, y hacen suponer –en nuestro caso- que Chiapas está en manos de la delincuencia organizada.
Ni idea tenemos lo que es eso, a los grados de la región Olmeca de Veracruz, Acapulco y tierra caliente, Cancún y la región turística o el llamado triángulo dorado incluyendo Culiacán, en Sinaloa, por citar unos cuantos de los puntos verdaderamente alarmantes en Mëxico, en donde cuadrillas armadas ultiman policías, soldados, y hasta a ciudadanos ubicados en mala hora en los puntos de enfrentamiento.
Desde luego que bueno fuera que no sucediera nada en Chiapas, que los malandrines y asaltantes no existieran en el estado, pero al momento dentro de lo malo –que muestra desde luego inseguridad- hay baja incidencia delictiva, y eso dicho por el sistema nacional de seguridad, no por el gobierno de Rutilio Escandón.
Pero sus opositores dicen que Chiapas es un caos.
¡Ja!
No tienen idea lo que es Guanajuato, Zacatecas, Tamaulipas, Edomex; acá los asaltos a restaurantes o negocios no terminan en muertos, o en el caso de los asaltados con fuertes cantidades de dinero, pues tampoco, como sí sucede en casi todos los casos de las ciudades referidas, e incluso en sus calles, y en eso -aun lo nieguen- la Ciudad de México, destaca por sobre todas.
Que lo oculten es otra cosa.
Chiapas tiene problemas mayores que sus índices delictivos, y son sus rezagos sociales, derivados de ausencia institucional de años, aparte de la corrupción de la que se sirvieron como un manjar sus gobernantes.
De esas el cinismo político que ha hundido a la entidad.
O en el otro sentido: sus conflictos en no pocos municipios por diferencias dique de grupos, que no solo quiebran la tranquilidad social, sino que ralentizan la aplicación de programas de beneficio destinados a mejorar la calidad de vida, y es en éstos últimos en dónde radicaba “la problema”, pues se les quitó el control: ese varo llega ya directo a los beneficiarios.
Asuntos político agrarios, situaciones de divergencia religiosa, en fin, cosas que se dejaron crecer por años, y que solo se paliaron con minutas momentáneas que la más de las veces ni se cumplieron, reviviendo los enconos y hasta enfrentamientos que derivan en desplazados, algo que denota el nivel de intransigencia e intolerancia, maquillados con el pretexto sucio de “los usos y costumbres” en no pocos casos por los grupos caciquiles, a los que ya es hora de dejarles caer la ley.