Tubo de Ensayo, por René Delios ·
Hoy se dice que se vota por las personas y no por los partidos, y siendo así ¿entonces por qué se le asignan al año, tantos miles de millones de pesos en prerrogativas, entre la federación y los estados?
La verdad, en este país, los partidos no son un derroche de democracia interna, y han sido la vía por la que hasta amantes -sea varón o mujer-, han llegado a una curul, por ejemplo, y en eso Chiapas no ha sido la excepción, y desde luego, si ha pasado eso ha pasado de todo, incluyendo legisladores a ignaros de su propia etnia, y más aún de las demandas del pueblo que representan en las tribunas, en las que no hablan de ello.
Pero regresando al tema, al varo federal para partidos, se le deben sumar las famosas donaciones –que ya se fiscalizan, según-, que los que saben ubican entre los 900 y 3.5 mil millones de pesos en cada presidencial, que es la que importa, y que otrora era del interés superior de la clase patronal, que – se dice- era la que se caía con su cuerno “para el partido”, fuera el PRI o el PAN, pero se electrizó con el Morena, por populista y demás extremos inciertos, pues esta neo izquierda de la 4T lo que tiene de populista es solo electorero.
¡Pero y ahora qué?
En 2018 algo pasó que el gran elector priista -o sea, el presidente de entonces- no se inclinó por un integrante de su partido, y desde luego con ello reconoció que no había con quien competir, al menos que fuera alguien alejado del ambiente partidista, un externo, de los llamados no militantes, y para ello se adecuaron incluso los estatutos de ese partido.
José Antonio Meade fue el elegido, era parte de lo que se denominan como “científicos”, personajes que sin militancia escalan lo que antes era imposible si no eras parte del partido gobernante: una secretaría de estado, y solo los muy selectos ocupaban las que son claves en la estructura del gabinete legal y el que fuera candidato del PRI, las ocupó también con el PAN, durante el gobierno de Felipe Calderón: Hacienda, Relaciones Exteriores, Sedesol.
Meade es reflejo de que se van por la persona, no por el partido.
¿Ese efecto se repetirá en la oposición en 2024?
Es Morena el partido a vencer, digan lo que digan sus opositores; la realidad es que si gana una de las dos entidades a contender este año, no habrá cómo sustentar que, esas siglas van a la baja, como lo aseguran cada vez que pueden sus adversarios más acérrimos, mientras los encargados de la ingeniería electoral en los partidos de oposición, solo mueven la cabeza sin remedio, pues la imagen de López Obrador es vertical y horizontal. Para dónde le miren: ese partido nace a partir de una persona, no de un conjunto de ideas; hoy el juego de la consulta para candidaturas forma parte de una estrategia para darle pluralidad en dónde solo hay una sola voz.
¿O no?
En el resto de los partidos es clara el desgaste de su imagen partidista; sus exponentes todos han sido ventaneados en asuntos turbios, en imposiciones centralistas y tráfico de influencias; la llamada corrupción política les resta credibilidad y eso se refleja en el bajo triunfo y en la baja votación que, ha puesto en riesgo la pluralidad con la posibilidad del regreso del carro completo que, por sexenios, usufructuó el priismo.
Es por eso que todo el ataque ahora se concentra en los precandidatos morenistas, en exhibirlos como incapaces, poco creíbles, y hay las veces en que señalan que no tienen formación ideológica y trabajo político con la base.
Así que a la fecha -sino pasa el plan B, tendremos elecciones caras, con abanderados de partido sin credibilidad -dicen-, en una nueva ensalada electoral para condimentarla, en la enorme mesa de dinero que es la democracia en México.