No seremos como Venezuela o Cuba

Ecce Homo, por Rommel Rosas ·

Desde que llegó Andrés Manuel López Obrador al poder en 2018, hubo muchos puristas de la Derecha y “defensores irredentos de la libertad” que aseguraron que con el paso de los años, nuestro sistema político sería similar, sino es que igual al de Venezuela, países de nuestra región caracterizados por tener regímenes dictatoriales de izquierda, cuyo primer acercamiento nos da la idea de que nos veríamos sumergidos en la pobreza con una clase oligárquica dominante. 

Cierto es, que el corte la mayoría de los gobiernos emanados de la izquierda en el mundo han tendido a restringir las libertades (sobre todo las económicas), al tener como premisa que sobre la libertad esta la igualdad social, luego entonces en la búsqueda de ésta se suprimen la mayor parte de las libertades individuales (mismas que son la base del capitalismo moderno y, como lo hemos mencionado en anteriores columnas de la democracia). Ahí encontramos el motivo principal del temor con la llegada del gobierno de izquierda en nuestro país.

No obstante, valdría la pena repasar un poco la historia del siglo XX, para que pensemos que una venezolanización o cubanización de nuestro país, se encuentra muy alejada de nuestra realidad. 

Con la llegada de Castro al poder en Cuba a mediados del siglo XX, nuestro país tuvo una cercanía con el gobierno de la Isla, incluso el propio López Mateos llegó a decir en algunos de sus discursos que el gobierno de México era de izquierda, aunado a que el Revolucionario Institucional pertenecía, en ese entonces a la INTERNACIONAL SOCIALISTA, que agrupa a la mayoría de los países de izquierda en el mundo. Esta situación, a los militantes de la derecha en el país los alertó también sobre cual sería el destino económico de nuestra patria, justo en los tiempos en los que se daba el llamada “milagro mexicano”, es decir, una economía boyante ejemplo del mundo, con un sistema de partido único dominante, la llamada “Dictadura Perfecta”.

Y encendió aún más los semáforos, porque si recordamos, en la década de los treinta del siglo pasado, en el artículo 3º constitucional se estableció que la educación que impartiría el estado sería “socialista”, misma que estuvo contemplada hasta la reforma de 1946. A pesar de que en la letra el artículo constitucional establecía que la educación debía ser socialista, nunca nos volvimos en aquel momento una sucursal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); por el contrario, en ese tiempo comenzaron los modelos corporativistas de asociación que sustentaron al régimen político mexicano, hasta finales del siglo XX.

Otra parte a considerar es que en Venezuela, que similar a nosotros también es una Federación, las reformas políticas que se llevaron desde la época de Hugo Chávez fueron tendientes a conservarlo a él como máximo mandatario del país, dejando un margen casi nulo de maniobra de la oposición, cuyas máximas figuras acudieron más que al pueblo venezolano mismo a los Estados Unidos, quien al parecer solo les dio “atole con el dedo” pues el gobierno de Chávez y ahora el de Maduro, siguen vendiéndole petróleo, la principal fuente de ingresos del país caribeño.

Nuestro escenario es distinto, para empezar en el 2021 la oposición tuvo la gran oportunidad de volver a posicionarse en el ánimo de la ciudadanía si a partir de ahí hubieran construido una candidatura que ofreciera algo diferente a los millones de votantes mexicanos. Si desde esa fecha se hubiera quitado el estigma de ser altamente sectaria y plagada de figuras cuya imagen estaba más cercana a la corrupción y a los altos índices de desigualdad que tiene nuestro país, en detrimento de hacer un discurso y acciones que correspondieran con una realidad social de la cual, al día de hoy parecen muy alejados.

Si bien es cierto, de que muchas de las Reformas impulsadas por el partido en el poder parecieran que tienden a llevar a nuestro país a un régimen dictatorial, existen condiciones que nos pueden llevar a pensar que estamos muy alejados aún de que nuestro régimen sea similar al de nuestro hermano latinoamericano. La misma forma de gobernar de AMLO se acerca más a la teoría del péndulo en la política mexicana, esto es, después de un gobernante de izquierda, viene uno de centro y de ahí alguien de derecha y de regreso. Si lo entendemos así, por la formación de lo que será el próximo gabinete de la virtual Presidenta Sheinbaum, su gobierno será de centro izquierda, con algunas políticas de corte más moderadas y, por lo que hasta ahora se ha visto, se podría incluir una mayor participación social.

A la oposición corresponderá señalar los errores que tenga el próximo gobierno, pero también proponer respuestas firmes y adecuadas y no, como lo han hecho hasta ahora ahondar en un discurso que nos divide como mexicanos y que a ellos, les da la oportunidad de perder en el pozo de los deseos incumplidos, pues por más que deseen el poder, si se comportan como hasta hoy, más que una oposición responsable, serán como esferas en el árbol de navidad, una oposición cuya única función consista en ser un adorno.

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