LA CORRUPCIÓN «está al mil» en COAPATAP: ex Director

Tapachula, Chis., 25 SEP.-El Ex Director del Comité de Agua Potable y Alcantarillado de Tapachula, Cesar García Jiménez advirtió que se podría generar un colapso total del sistema de drenaje en la ciudad, debido a que de las 43 plantas de tratamientos de aguas residuales que existen, ya solo funcionan dos, y es necesario invertir en nueva infraestructura.

El problema no es la falta de agua, sino la corrupción, el abandono y la negligencia en la gestión pública. Lo que hoy corre por las tuberías y brota de los registros tras cada lluvia no es agua limpia: son aguas negras y residuales que regresan a las calles, bañando a la ciudad en su propia pestilencia.

La magnitud del desastre está en los números. El ingeniero César García, exdirector del Coapatap, no duda en señalarlo: “De las 43 plantas de tratamiento de aguas residuales, 41 están deshabilitadas. Eso explica por qué las tapas de los registros botan, el agua se regresa y las calles huelen a porquería después de llover”.

Durante la administración del doctor Óscar Gurría se lograron rehabilitar 16 plantas, pero hoy solo 2 siguen funcionando. El resto ha quedado en el abandono.

El propio García lo resume con crudeza: “Hoy en día está al mil la corrupción en Coapatap. Crearon 39 plazas administrativas que no sirven de nada. Coapatap es un órgano operador, no una oficina para mantener burócratas”.

A este panorama se suma otro dato devastador: el sistema de distribución de agua potable pierde hasta el 50% del caudal bombeado por fugas, tomas clandestinas y tuberías viejas. Por cada 10 litros que se extraen, solo cinco llegan a los hogares.

La consecuencia es doble: mientras las colonias padecen cortes y tandeos, las lluvias convierten las calles en ríos de aguas negras. Colonias como Buenos Aires han sufrido colapsos de drenaje tan severos que los vecinos caminan literalmente entre aguas residuales.

El investigador Vicente Castro Castro, de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), lo advirtió hace años: la combinación del crecimiento desmedido de la mancha urbana, la deforestación en las cuencas altas y la contaminación de los ríos Coatán y Cahoacán aceleran la catástrofe.

Castro alertó que, de no actuar, la disponibilidad de agua potable per cápita caerá drásticamente, obligando al racionamiento y abriendo la puerta a conflictos sociales. Sus estudios están documentados, pero las autoridades municipales los archivaron como quien esconde una verdad incómoda.

La raíz del problema no es técnica, es política. El Ing. García lo dice sin rodeos: “No se necesita inventar nada. Se requiere dinero, ingenieros que sepan trabajar y acabar con la corrupción. El problema es que en Coapatap hablan de números, no de hidráulica”.

En los últimos años, al menos cuatro directores han pasado por la dependencia sin mostrar interés real en rescatar las plantas ni modernizar la red. Mientras tanto, la deuda crece, la cartera vencida no se cobra y los recursos se destinan a engordar nóminas.

Lo que se avecina ya no es un escenario hipotético. Las calles pestilentes tras cada lluvia son el primer aviso de un colapso sanitario: brotes de enfermedades gastrointestinales, contaminación de los ríos y, eventualmente, una crisis de salud pública con miles de afectados.

El Dr. Castro lo resume como una crónica de desastre anunciado. El Ing. García va más allá: “El drenaje es tan grave como la basura. No podemos vivir en la porquería. Si no se actúa hoy, Tapachula se va a envenenar con su propia suciedad”.

La próxima vez que un ciudadano abra la llave y no salga agua, no debe mirar al cielo. Debe mirar a los despachos donde se ha ignorado la evidencia, desperdiciado los recursos y permitido que la ciudad camine directo al abismo.

La crisis hídrica y sanitaria de Tapachula no es un accidente natural. Es un crimen de omisión política. Y la pregunta que nadie quiere responder es la que más miedo provoca:

¿Qué más tiene que pasar para que las autoridades actúen?

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