Hablando de derechos, por Guillermo Asseburg
Estimadas lectoras y lectores.
La histórica elección del próximo 1 de junio busca consolidar la democracia en nuestro país, a la vez de fortalecer el Estado de derecho. Ante ello, el nuevo Poder Judicial que emanará de este proceso electoral inédito, enfrenta una tarea crucial: aplicar la justicia con una visión humanista que respete el espíritu de las leyes y, sobre todo, los derechos humanos de las personas.
En tiempos de transformación, jueces, magistrados y ministros no solo deberían ser guardianes de la norma jurídica, sino intérpretes sensibles de la realidad social, de los contextos y realidades. Personajes capaces de garantizar que la justicia no sea solo legal, sino legítima y equitativa.
El derecho no es una colección de normas frías, alejadas de la gente y destinadas a ser aplicadas por una “casta divina”. Es y debe ser siempre un instrumento vivo que responda a la evolución de la sociedad. Un juez que se limite a aplicar la ley sin considerar su impacto humano corre el riesgo de perpetuar desigualdades y de alejar la justicia de quienes más la necesitan. Por ello, en el nuevo Poder Judicial mexicano, la visión humanista es indispensable.
Esta visión no implica que los jueces deban actuar con subjetividad o fuera del marco legal, sino que deben interpretar la ley considerando su finalidad última: proteger la dignidad humana. Para ello, es esencial que cada resolución judicial refleje un compromiso con los derechos fundamentales, el acceso a la justicia y la equidad. La jurisprudencia mexicana ha dado pasos significativos en este sentido, con fallos que han ampliado derechos en materia laboral, social y de género.
En un país con profundas desigualdades, un Poder Judicial con sensibilidad social puede marcar la diferencia en la vida de las personas. Los jueces deben reconocer que detrás de cada expediente hay historias personales, hay seres humanos, familias, entornos que requieren atención y respeto. No se trata de desvirtuar el derecho, sino de hacerlo más accesible y comprensible para la ciudadanía.
El gran reto del nuevo Poder Judicial mexicano es demostrar que la justicia puede y debe ser humana. Si logra hacerlo, no solo fortalecerá su legitimidad ante la sociedad, necesidad que motivó esta gran reforma; sino que se convertirá en un pilar fundamental para la construcción de un México más justo y democrático. Porque al final, la justicia no debe ser solo un ideal, sino una realidad palpable en la vida de todos y cada uno de los y las mexicanas.