El triunfo de los extremismos

Ecce Hommo, por Rommel Rosas ·

Existe desde hace algunos lustros una decepción creciente en la ciudadanía por el modelo de gobierno actual, así como de los partidos políticos y quienes los encabezan no han generado las políticas y programas de gobierno suficientes para disminuir en los hechos, que no en el discurso, la brecha de desigualdad que existe entre la sociedad.

Si bien es cierto que la democracia es un sistema en el que todos aspiramos a ser iguales, por lo menos ante la Ley, en la realidad ha generado un efecto contrario. Aparejada al sistema capitalista, sin el cual no podríamos entender a la democracia moderna (el socialismo lo que busca instaurar y lo hace, es una dictadura, del proletariado a decir de Karl Marx), al generar una especie de simbiosis en donde todos quienes vivimos en ella nos sentimos en plena libertad de ejercer nuestros derechos, entre los cuales se encuentran el de dedicarnos a la empresa, negocio o profesión que se nos acomode, siempre y cuando sea lícito; así como el votar y ser votado. 

Pero justamente este ideal libertario propagado en el mundo como la panacea que puede resolver todos los problemas de la humanidad, es el mismo que ha generado los mayores niveles de desigualdad que hayamos vivido en nuestra historia; según datos de las Naciones Unidas, más de la mitad de la población del mundo vive en pobreza extrema; mientras que quienes acumulan las mayores riquezas del orben representan cerca del 2%. Visto de esta manera la democracia y el capitalismo como sistemas de vida sólo han ahondado nuestras diferencias cuando deberían ayudar a la solución de las mismas.

Es por ello que, a decir de uno de los grandes filósofos políticos franceses de la actualidad, Jaques Rancière que existe entre la mayor parte de quienes habitamos el mundo una especie de “odio a la democracia”, misma que al no haber solucionado los problemas que debía, solamente ha ahondado en ellos, beneficiando a ciertas élites sociales y políticas cuya permanencia en el poder se ha mantenido durante décadas, al generarse familias completas que viven de y para la política, sin dar la oportunidad de llegar a otros grupos.

De ahí que la sociedad ha virado también hacia la idea de los considerados “nuevos caudillos”, personas emanadas de diferentes partes de la sociedad que prometen tener soluciones “cuasi mágicas” para resolver los grandes problemas de la sociedad. Ellos se han vuelto personajes cuya principal habilidad política consiste en señalar las grandes fallas del sistema político, y proponer soluciones extremas pero eficaces en la búsqueda de la igualdad.

Estos liderazgos extremos, ya sean de izquierda o derecha, han logrado durante los últimos años conseguir espacios políticos importantes que hacen temblar a más de uno de quienes viramos más hacia el centro en nuestras ideologías políticas; debido a que al final ambos podrían llegar a generar nuevamente regímenes de corte fascista, cuyas consecuencias serían nada agradables para la humanidad.

Es lo que ha estado pasando en los últimos años en Europa, en donde la derecha extrema ha avanzado en Austria, Italia, Alemania y el fin de semana pasado lo ha hecho en Francia. Bajo un discurso que exalta el nacionalismo como una manera de hacer frente a la globalización que ha traído una gran migración, situación que para ellos genera desempleo de los nacidos “originalmente” en el país, y con ello – a decir de sus representantes – problemas de inseguridad, terrorismo, así como el atraso económico del país y quitarle la gloria de lo que llegaron a ser.

Situación similar es la que vive nuestro vecino del norte con Donald Trump; quien en su lema de campaña “Volvamos a hacer grande América”, arremete contra los migrantes a quienes culpa de los grandes problemas que afronta nuestro vecino del norte y cuya solución a decir de él, es parar la migración y asegurar el pleno empleo para los ciudadanos originarios del país; así como volverse a plantar como la superpotencia mundial, con sus propias marcas y bajo su propio estilo.

Y finalmente, en América Latina no estamos tan alejados del mismo. La ciudadanía poco a poco a virado hacia posiciones políticas extremas, en donde le ha dado el triunfo a personajes como Bukele, mismo que es admirado por muchos mexicanos principalmente de derecha, como un gobernante que con mano dura ha traído orden en su país a costa de las libertades del mismo pueblo. De manera similar han sido los triunfos de las izquierdas extremas en nuestra región, cuya situación es digna de abordarse en otra columna.

Visto así, vivimos en un mundo de: “estás conmigo o contra mí”. Las lecciones de este lema las podemos encontrar hace un siglo, cuando los gobiernos nacionalistas comenzaron a emerger en Europa trayendo consigo una de las peores guerras a las que nos hemos enfrentado. A decir de Marx: “la historia ocurre primero como tragedia y después como farsa”. Al tiempo.

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