Realidad Novelada, por J.S. Zolliker ·
Juan Jesús tiene 18 años. Terminó el bachillerato, pero por distintas razones no ha podido estudiar la licenciatura en informática que siempre ha deseado. Su padre murió cuando él era muy pequeño, y desde entonces vive con su madre y su hermana. Ambas trabajan largas jornadas y le han pedido, reiteradamente, que independientemente de si estudia o no la carrera, ya es tiempo de que consiga un empleo y aporte al gasto familiar.
A pesar de que ha llenado muchas solicitudes de trabajo, en raras ocasiones ha conseguido siquiera una primera entrevista, y ninguna de ellas se ha convertido en una segunda. Esta situación lo presiona profundamente, pues ve a su madre ya muy cansada, después de años y años de partirse el lomo para sacarlos adelante.
Entonces, comenzó a buscar en internet información sobre currículums y entrenamientos para convertirse en un mejor candidato. Pronto, el algoritmo le arrojó el siguiente anuncio:
“SE BUSCA PERSONAL. $4,200 semanales. No se requiere experiencia. Uniforme, transporte, alimentación. Contratación inmediata.”
Lo publicaba una página con el logotipo de una conocida cadena de hamburguesas. Tenía más de 300 comentarios, la mayoría con pulgares arriba y frases como: “¡Yo ya entré! No está tan pesado y el ambiente es bien chido.”
Juan Jesús dudó, pero su ansiedad le ganó al escepticismo. Compartió el enlace con el “Tavo”, su amigo de la infancia, quien se encontraba en la misma situación.
—“Con esa varo, sin p2 hago papas todo el día” —le respondió Tavo antes de que acordaran aplicar ambos para la vacante.
—Buen día, vi su anuncio y me interesa el trabajo —escribió Juan Jesús por mensaje.
Le contestaron de inmediato: “Buenos días. Esta oferta es parte de un programa internacional para reclutar e ir formando empleados nuevos que quieran hacer carrera dentro de la empresa. Mándame tu solicitud, tu CURP, tu INE por ambos lados y un comprobante de domicilio no mayor a dos meses. Nosotros analizamos y, si cumples los requisitos, te avisamos de la entrevista.”
Esa noche, Juan Jesús casi no durmió, pensando en lo que haría si lo contrataban. Cuando escuchó la puerta de su casa —signo inequívoco de que su madre y hermana ya habían salido a trabajar desde muy temprano— se levantó de la cama a ver qué podía desayunar.
En eso, le entró un mensaje: “Apreciable recluta: tu solicitud ha sido aceptada. Pasará un transporte a las 9 a.m. a la esquina de López Mateos con Juárez para llevarte a la entrevista presencial a nuestra sucursal.”
Como el punto de encuentro le quedaba muy cerca, con calma pero emocionado, Juan Jesús se preparó un huevo revuelto, luego se bañó, se puso su mejor ropa, se lavó los dientes y se peinó con cuidado. Llegó al cruce con anticipación. La camioneta —una van blanca para pasajeros, con ventanas panorámicas— se detuvo del otro lado de la avenida.
Cuando la abordó, descubrió con gusto que, además de Tavo, viajaban otros dos jóvenes. El chofer, por su parte, no hablaba mucho, pero se portaba cortés y los dejó en la puerta trasera del restaurante de comida rápida, donde un cartel decía: “Solo personal autorizado.” De ella salió un hombre joven, con gorra y camisa azul sin logotipo. Los llamó a todos:
—¡Felicidades, chicos! Vamos al centro de capacitación. Allá les explicamos todo y se firma el contrato.
El trayecto duró más de una hora. Cuando por fin se detuvieron, estaban en un camino de terracería. Bajaron uno por uno, desconcertados. Rodeados de cerros secos, se encontraban en un gran terreno bardeado, con un portón de lámina y una estructura de concreto al fondo.
Juan Jesús revisó su celular: no tenía señal. Pensó en su madre y su hermana. Sólo les había dejado un recado diciendo que iba a buscar trabajo.
—¡Entreguen todas sus chingaderas! —les gritó un hombre de barba gruesa, mientras otro, con uniforme de camuflaje, pasaba una bolsa negra para que depositaran sus pertenencias—. ¡Esto no es un trabajo, putos, es una causa! Y el que no aguante, ya saben cómo termina.
No se volvió a saber de Juan Jesús, ni de Tavo, ni de los otros chavos. Quizá ahora algunos están en el crimen organizado… o en una fosa clandestina.
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