El ciclo eterno del desprecio a la educación

A Mi Manera, por Rodrigo Yescas Núñez ·

Otra vez el COBACH. Otra vez el escándalo, el despido injustificado, el hostigamiento, la queja pública. Y otra vez, la misma raíz: el uso político de una institución que debería ser sagrada.

La historia del Colegio de Bachilleres de Chiapas se repite cada sexenio como un mal guión reciclado. Directores improvisados, funcionarios sin perfil, cargos otorgados como premios de campaña. Educación vista como botín y no como misión. No importa el nombre del gobernador, ni el color del partido en turno: la constante es la misma. El COBACH, una vez más, como campo de castigo para quienes piensan diferente, para quienes se atreven a alzar la voz.

Lo que hoy denuncia el SIDICOBACH —persecución laboral, despidos sin sustento, represión disfrazada de reestructura— ya lo hemos escuchado antes. La novedad, si acaso, es que ahora se hace mientras los funcionarios repiten discursos sobre la “transformación”. Palabras bonitas que no alcanzan a tapar la podredumbre del aparato burocrático cuando se utiliza como arma.

¿Qué esperan que pase cuando a una institución educativa se le impone un liderazgo sin visión ni vocación? ¿Cómo se puede construir una mejor educación con personal que llegó por favores, no por méritos? ¿De qué sirve capacitar, profesionalizar, comprometerse, si lo que cuenta es a quién le debes el cargo y no qué puedes aportar?

El COBACH ha sido, por años, refugio de talentos y semillero de historias que han cambiado vidas. Pero también ha sido usado como trampolín, como castigo, como moneda de cambio. Es esa dualidad la que lo tiene hoy tambaleando entre la esperanza y el hartazgo.

Si en serio queremos una educación de calidad en Chiapas, hay que empezar por respetar a quienes la sostienen desde las aulas y no solo desde el escritorio. Hay que dejar de ver el COBACH como una cuota política y empezar a verlo como lo que es: un pilar para cientos de miles de jóvenes chiapanecos que merecen algo más que simulaciones y venganzas administrativas.

La historia se repite, sí. Pero aún hay tiempo de cambiarla… Nos vemos.

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