Palestra, por Rodrigo Ramón Aquino ·
He estado en la capital de Chiapas desde 2004 y cada nueva elección se dice más o menos lo mismo: Tuxtla se cuece aparte.
La concentración de foráneos que llegan a estudiar la universidad o en busca de oportunidades laborales en alguna dependencia de gobierno, y que luego se quedan a hacer vida aquí, alienta la llamada ciudadanía crítica. Quizá por eso se insiste que, a la hora de la elección, en Tuxtla importan más las personas que los partidos.
Dice Liliana Ladrón de Guevara, coordinadora de la Red Iberoamericana de Profesionales por la Comunicación Pública, que el municipio es la escuela de la democracia y el ámbito de las transformaciones donde el vecino toca la puerta. Y, no obstante, a estas alturas del mundo, ya nadie puede concebir el desarrollo local como marginal.
Pensar global y actuar local es reconocer el papel del municipio en la transformación social y económica del territorio y su impacto en el desarrollo regional. Es hacer de la tarea municipal un auténtico vínculo de proximidad y puerta de entrada a la administración del Estado.
La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible señalan que no es posible lograr un desarrollo sostenible sin transformar los espacios urbanos y si la gente no accede desde sus territorios a los bienes y servicios básicos para una vida digna.
Por tanto, Tuxtla Gutiérrez, como capital de Chiapas, como carta de presentación de las y los chiapanecos con México y el mundo, no puede volver a ser gobernada con la Ley de Herodes ni con desorden, improvisaciones y ocurrencias. Y aunque todos estemos de acuerdo con eso, se nos olvida que así llegamos al 2018.
De cara al proceso electoral 2024, en el que habremos de renovar a nuestras autoridades de los tres órdenes de gobierno, la vara que deja Carlos Morales Vázquez en Tuxtla, tras dos gestiones, está muy alta:
Hoy tenemos una ciudad limpia con un eficiente sistema de recolección de basura y la instalación de 12 mil contenedores; iluminada con la instalación de 45 mil luminarias; sustentable con la cancelación de descargas ilegales, tratamiento de aguas negras y el rescate del río Sabinal; con finanzas sanas con el pago del 72 por ciento de la deuda heredada y la inversión de 600 millones de pesos en obra pública este año.
Con orden en lo general, y con varios pendientes en lo particular, la decisión que se tome para la siguiente etapa de la ciudad no puede ser producto de la emoción del momento. ¿Quién de los que se incribió al proceso interno de Morena podrá dar el siguiente paso en la transformación de Tuxtla?
¿Acaso será Aquiles Espinosa, quien fue secretario municipal en la primer gestión de Carlos Morales, y hoy afirma defender los trabajos y los avances en la ciudad? ¿Será Ángel Torres, que viene de la Secretaría de Obras Públicas del gobierno del estado? ¿Jovany Salazar que apela al apoyo popular de las colonias y su cercanía con el senador Eduardo Ramírez Aguilar? ¿María Mandiola, la única mujer en el proceso interno, y también funcionaria de gobierno del estado? ¿El diputado local Felipe Granda, empresario del poniente que dice ser un tuxtleco como tú? ¿O Salvatore Constanzo que se olvidó de las vías independientes y afirma que salvará a Tuxtla?
En las próximas entregas les iré platicando de ellos y ella.