Realidad Novelada, por J.S. Zolliker •
Como todo el mundo lo hace de forma más o menos habitual, se quejó en una de sus múltiples redes sociales (para fines prácticos, da lo mismo si fue Facebook, X —antes Twitter—, Instagram o cualquier otra), del servicio de su proveedor de internet en más de una ocasión. La última fue antier. Su publicación decía lo siguiente:
«¿Alguien más con problemas de internet de (nombre del proveedor)? A cada rato se me va la conexión y es peor en época de lluvias. ¿Qué otro servicio me recomiendan? ¡Estos están para llorar!»
Al poco tiempo, le llegó una respuesta —con foto institucional— que creyó obra automatizada de algún programa de inteligencia artificial: «Buen día. Si presentas inconvenientes con tu servicio de (nombre del proveedor) o deseas realizar alguna aclaración, por favor indícame más detalles del mismo. Quedo pendiente y a tus órdenes». Envió un mensaje directo y contestó otro con los datos que le pidieron.
Por lo anterior, no se le hizo raro que, por la tarde, recibiera una llamada en su celular de parte de quien se identificó como operativa de atención al cliente de su empresa proveedora. Con toda amabilidad y buena dicción, la señorita del otro lado del auricular le comentó que habían recibido un reporte de sus compañeros de redes sociales acerca de que su servicio de internet estaba presentando fallas, y que quería verificar si eso había sucedido con frecuencia, cuántas computadoras y celulares estaban conectados, cuántos televisores, cuál era la velocidad de navegación y si empeoraba al ver videos o por las tardes y noches.
Después de que respondió puntualmente y escuchó que la mujer tecleaba sus respuestas, esta le comunicó que, efectivamente, su servicio presentaba un status anómalo, casi seguramente porque el software del módem no había sido actualizado desde hacía mucho tiempo, por lo que, para poder atenderle, debería transferir su llamada con un técnico especializado.
—¿Algo más en lo que le pueda servir?
—No, señorita, muchas gracias.
—Bien, entonces le transfiero. Antes de despedirme, le recuerdo mi nombre: soy Lucila Valdéz, de atención al cliente, y le comento que es posible que, cuando concluya la llamada, reciba usted un correo para que pueda evaluar mi atención.
Entró música del conmutador y anuncios de promociones del proveedor de internet, paquetes de megas, velocidades y algo de fibra, porque se distrajo mirando algunas fotografías hasta que una atenta voz masculina se presentó como el técnico Benjamín Gordillo. Este le confirmó todos los datos proporcionados anteriormente a la señorita y le comentó que su módem, efectivamente, era un modelo viejo y que necesitaban descargar la última versión del software, pero que, para que no batallara, se lo enviaría a su correo electrónico.
A los pocos segundos, apareció un correo electrónico en su buzón. Tenía la imagen institucional y estaba redactado sin faltas de ortografía. Ahí venían las instrucciones: hacer click en el enlace, aceptar la descarga del software que se autoinstalaría y esperar a que, de nuevo, se comunicaran desde la empresa.
Así lo hizo. Y lo hizo sin saber que, de aquella manera, descargaría un malware en su computadora y módem que les daría a unos delincuentes el acceso completo a todos sus archivos, chats, fotos, cuentas bancarias y toda su información sensible, que le robarían y utilizarían para desfalcarlos y endeudarlo por varios cientos de miles de pesos.
Tengan mucho cuidado. Los robos, estafas, fraudes y falsificaciones se han sofisticado mucho con la intligengia artificial. Nos alcanzó el tiempo en que hay que desconfiar de todo y por todo hasta no verificar su autenticidad.
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Un comentario
saludos, la delincuencia está adelante de nosotros!!