CDMX— A siete meses del Mundial 2026, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México enfrenta su renovación más grande en décadas, pero las obras han detonado un caos que afecta diariamente a miles de pasajeros. Entre pasillos cerrados, rutas improvisadas, tráfico interminable y accesos reubicados, el principal aeropuerto del país opera bajo una creciente presión sin que haya señales de una mejora inmediata.
Los tiempos de traslado se han vuelto impredecibles: desde Polanco o Santa Fe hasta el AICM puede tomar más de una hora en hora pico, lo mismo que viajar del aeropuerto al Estadio Azteca. Dentro de las terminales, los usuarios sortean tapiales, salas cerradas, desviaciones repentinas y filas que avanzan con dificultad mientras continúa el ruido permanente de la construcción.
Las complicaciones también alcanzan a quienes utilizan taxis de aplicación. En la Terminal 1 deben esperar sobre Circuito Interior entre embotellamientos, mientras que en la Terminal 2 enfrentan un embudo vial que cruza autos particulares, transporte público y Metrobús, además de una bahía insuficiente que suele ser invadida por taxis pirata.
Las obras, iniciadas formalmente en abril de 2025, forman parte de un paquete de más de 8 mil 552 millones de pesos. Sin embargo, especialistas advierten falta de planeación y desconocimiento operativo. Funcionarios consultados señalan que las decisiones se toman sin la supervisión técnica adecuada y sin considerar el impacto en el usuario. Aseguran que el AICM está siendo intervenido sin un plan maestro, con trabajos que modifican flujos, reducen accesos y generan riesgos en seguridad y operación.
Las intervenciones abarcan una larga lista de frentes abiertos: cambios de fachadas, luminarias, pisos, sanitarios, sistemas eléctricos, hidrosanitarios, videovigilancia y voz y datos. En la Terminal 1 se trabaja en salas de preespera, bandas de equipaje, migración, accesos y el aerotrén; en la Terminal 2 se intervienen pasillos de última espera, áreas de conexiones, bandas nacionales e internacionales y núcleos sanitarios. Algunas salas permanecerán cerradas por meses.
La carga de obras se vuelve aún más crítica por las necesidades técnicas pendientes: sustitución de sistemas de aire acondicionado, instalación de nuevos elevadores y rehabilitación de más de 40 sistemas hidroneumáticos y de drenaje. Documentos internos advierten que estos trabajos son urgentes para evitar fallas operativas, especialmente en temporada de lluvias.
Pese a la presión del calendario, la remodelación no estará lista para el Mundial. Los contratos contemplan una pausa entre mayo y julio de 2026, y varias entregas se prolongarán hasta finales de ese año. A esto se suma el reemplazo de 28 carruseles de equipaje —adjudicado por 208 millones de pesos— cuya instalación podría extenderse hasta octubre de 2026.
En paralelo, el aeropuerto cambiará 20 elevadores en ambas terminales, pero la obra también rebasará los tiempos del Mundial: las entregas parciales tienen como fecha límite diciembre de 2026.
Mientras avanzan las obras, ingenieros y operadores advierten que el problema es estructural: décadas de mantenimiento insuficiente y un modelo de intervención sin experiencia en aviación civil. El resultado es un aeropuerto saturado, con equipos envejecidos y una modernización que avanza a contrarreloj, con afectaciones diarias para los usuarios y sin garantías de que estará preparado para recibir el flujo internacional que traerá la Copa del Mundo.












