Tubo de Ensayo por René Delios ·
Morena, prácticamente gobierna dos terceras partes de la nación en menos de diez años, que no es poco decir, pero que desde la oposición vetusta -pues no crece-, tratan de minimizar mientras allá, afuera, ven que pese a que todo lo que hacen -incluso de manera sucia y deleznable, pues aceptan dinero extranjero- no logran revertir en números sustanciales el llamado efecto AMLO, aun el presidente ha sido objeto de sus críticas, y ayer no fue la excepción.
Se las cambio: en 2016 el partido que más ganó elecciones -estando el PRI gobernado- fue el PAN, con siete de doce entidades disputadas; Morena un año antes, en las federales intermedias de 2015, llegó a la cámara de diputados de San Lázaro, con 29 curules: irrelevante presencia.
Tres años después Morena arrasó -2018-, borró, diluyó a sus opositores: “fue el efecto AMLO”, es decir, no Morena como partido y, luego de eso, creció la esperanza en la oposición de revirar en 2021, pues el presidente no iba a aparecer en la boleta electoral, y la decepción es qué sin él en la papeleta de votación, Morena ganó once de quince gubernaturas, y mantuvo la alza en la simpatía nacional, esa es la verdad.
Y ahí están los números.
En el extranjero le llaman obradorismo, pero también hartazgo: sorprendió incluso a los que cuestionaron al sistema político mexicano, la llamada dictadura perfecta, en la que cada presidente elegía a su sucesor -que fue por sexenios el mayor poder presidencial-, y con ello, el destino del país, al menos por seis años.
El caso es que a Morena, si bien no le llaman partido de estado como llamaron al PRI durante todo el siglo XX, sí lo mencionan como el partido del presidente, destacando, además -ni al caso-, que Morena tuvo fracaso en la Ciudad de México, y no obtuvo la mayoría en la cámara de diputados de San Lázaro.
Hoy Morena es gobierno en 20 estados del país, y para este 2023 se disputan dos entidades más, y la prospectiva señala que Morena gana en al menos una.
El presidente tendrá un buen puñado de aliados en los gobiernos estatales para 2024, por lo que eso de “México despierta” no funcionó, tampoco Frenaa, ni Claudio X González, ni aquello de “estábamos mejor cuando estábamos peor”.
Pero es necesaria una oposición fuerte; a estos partidos o sus militantes destacados, les quedó claro que la gente decidió con votos y no mediante revueltas, cambiar el gobierno; esa fue una decisión como pueblo con tal contundencia que no dejó dudas, pues insisto que aun para el mundo, los procesos electorales en México, merecen el beneficio de la duda; la imagen de nación corrupta no se ha diluido, y menos con el reciente caso de Genaro García Luna, que selló la idea mundial de un narco estado.
Obvio en la oposición minimizaron el concepto, lo sitiaron a lo aldeano, y hasta cuestionaron que juzgaran al ex funcionario en EU y no en México; que el gobierno de AMLO tiene ya su lista de extraditables, acordada en la pasada cumbre de América del Norte, y demás referencias u ocurrencias.
El PRI profundizó su tumba en las entidades, por el tráfico de influencias, y el PAN por su corrupción política: el PRD por las dos cosas; se volvieron agencias de colocaciones y no plataformas de la expresión popular.
Manipularon el voto que ahora dicen defender, y no aceptan que la democracia está corroída desde los partidos mismos con esa imposición de candidatos, y amañadas consultas o convenciones internas.
Los dirigentes lo niega -incluido en Morena, oiff course-, pero la base lo sabe; sorprende que aun con eso siguen apareciendo los famosos palomeados, que ya andan en camuflada campaña política, y para el caso de gobiernos estatales, en nueve entidades la gente sabe quienes son los que van por la silla estatal, como en los municipios quienes quieren la alcaldía, y así con las diputaciones locales y federales, que se trafican en las cúpulas, aunque para ésta vez parece que cambiará el método, y todo aquel que quiere tendrá que garantizar votos para la causa.
Porque si quieren recuperar a México con gente sin nombre, y que se cuelga del candidato a gobernador, por ejemplo, ni al caso, como tampoco habrá efecto AMLO -si queda algo-, y pues para jalar gente, ese candidato tendrá que tener su cercanía con las bases, o tener cierta atracción sociopolítica y popular.
Mal mirado el único partido de oposición que ha crecido es Movimiento Ciudadano, el llamado partido naranja, que es gobierno tanto en Jalisco como en Nuevo León, entidades altamente productivas, autónomas, especializadas. Bueno fuera que esa oposición creciera, que equilibre: no es saludable la hegemonía de un partido; el equilibrio político no es para contradecirse, sino para ser incluyente, razonable, hacer lo conducente, lo que es bueno para la nación o una región determinada.
Dejar que apoyar tonteras como esa de instalar Telsa en Nuevo León, entidad que no tiene agua, o sitiar la recuperación de la inversión del tren Maya a los boletos y la carga, cuando la derrama incluye a hoteles, restaurantes, aeropuertos, terminales, comercio, o seguir con la terquedad de dar dinero a la pobreza, sin fincar los instrumentos para eliminar esa pobreza, y deje de ser parasitaria, y sujeta -se ha sospechado desde siempre- a cuestiones político electorales.
¿Qué no?
Bueno fuera, pero hasta AMLO en su momento cuestionó esa manipulación cuando andaba en proselitismo; difícilmente cambia porque él lo diga, pues nuestra corrupción no se elimina por decreto: es una cultura política, que se da en los partidos, que se da en los comicios, que se da en el gobierno.
Y todos esos y aquellos, como usted y yo, somos parte de ello.