Aumenta el salario, aumenta la incertidumbre
El incremento al salario mínimo para 2026 debería ser una buena noticia. En el papel, pasar de 278.80 a 315.04 pesos diarios representa un avance; sin embargo, para miles de familias chiapanecas el aumento llega tarde y sabe a poco. La realidad es contundente: los precios de los productos básicos avanzaron mucho más rápido que el ajuste salarial.
Hoy, un kilo de carne puede costar lo mismo que un día completo de trabajo. Un cono de huevo y un kilo de tortillas rebasan juntos el monto total del nuevo salario. Esta ecuación revela una verdad incómoda: el ingreso de un trabajador formal difícilmente alcanza para cubrir siquiera la alimentación elemental de una familia.
La voz de emprendedoras como Emma Beatriz Camacho refleja el pulso de la economía popular. Su testimonio, lejos de ser una queja aislada, es una radiografía del desgaste cotidiano de quienes sostienen microempresas y al mismo tiempo intentan llevar comida a casa. “Hemos ido del tingo al tango”, dice, y su frase resume el agotamiento generalizado ante una inflación que aprieta y un poder adquisitivo que se erosiona año tras año.
Chiapas, además, enfrenta una brecha histórica: salarios bajos, empleos informales y una dependencia creciente del emprendimiento de sobrevivencia, especialmente entre mujeres. No se trata de opciones, sino de necesidad. En muchos hogares, emprender es la única forma de compensar lo que el salario no cubre.
El reto para 2026 no es solo celebrar un ajuste salarial, sino preguntarnos si este país está dispuesto a enfrentar las causas estructurales de la pobreza laboral. Mientras el costo de la canasta básica siga marcando el paso y el salario llegue siempre algunos pasos atrás, cualquier incremento será apenas un respiro momentáneo.
El aumento al salario mínimo es un avance, sí, pero insuficiente para cerrar la grieta entre lo que la gente gana y lo que realmente necesita para vivir con dignidad. Y esa grieta, en Chiapas, sigue siendo un abismo.












