A mi Manera, por Rodrigo Yescas Núñez ·
Cuando una administración se queda corta, el reloj político se adelanta. Eso es exactamente lo que está pasando en Tuxtla Gutiérrez, donde el gobierno de Ángel Torres Culebro parece haber desaprovechado una oportunidad histórica. Mientras alcaldes anteriores dejaron obras de impacto —pavimentaciones extensivas, ampliación del alumbrado público, domos comunitarios, drenajes, programas serios de recolección de basura, control del ambulantaje y avances en seguridad— la actual administración se percibe más enfocada en verbenas, producción de contenido para redes sociales y una narrativa ligera que no corresponde con las urgencias de la capital chiapaneca.
Tuxtla necesita soluciones, no entretenimiento. Y ante esa carencia, el escenario del 2027 se está moviendo más rápido de lo previsto, disminuyendo drásticamente las aspiraciones de Torres Culebro para una posible reelección.
Los nombres comienzan a acomodarse, algunos con más fuerza que otros. Entre ellos destaca Paco Chacón, el titular del Humanismo en esta Nueva Era, quien ha construido una presencia pública ordenada, con perfil técnico y un discurso que resuena entre la ciudadanía, así como en jóvenes y sectores ciudadanos cansados de la improvisación. Su nombre aparece cada vez con mayor frecuencia en conversaciones políticas y empresariales, proyectándose como un posible sucesor capaz de devolverle seriedad a la alcaldía.
Sin embargo, no es el único. Figuras como Mario Guillén desde el Congreso, o Ignacio Avendaño desde el ISSTECH, ambos con trayectorias sólidas y posiciones relevantes dentro de la estructura cercana al gobernador Eduardo Ramírez, representan posibilidades reales. Su cercanía con el gabinete estatal y su experiencia administrativa los coloca como cartas fuertes para encabezar la capital si deciden dar el paso.
También existe la expectativa de que, después de varios ciclos, Tuxtla pudiera ser gobernada nuevamente por una mujer. Actualmente, hay perfiles femeninos que destacan desde el Congreso local y en dependencias estatales, con capacidad técnica y política para competir con seriedad. El momento social y político podría favorecer esa ruta y quizá no falte mucho para que algunas alcen la mano, con todo el derecho y legitimidad que amerita la investidura.
Y, como toda contienda abierta, no se descarta la aparición de un “caballo negro”: alguien proveniente del sector empresarial, con buena reputación y capacidad para construir alianzas rápidas. En una ciudad cansada de la improvisación y la frivolidad, la figura de un líder ciudadano con credibilidad podría prender con fuerza.
Lo cierto es que la falta de resultados del gobierno actual ha abierto un espacio enorme para que nuevos liderazgos levanten la mano. Tuxtla no puede seguir postergando los temas esenciales que determinan su futuro: movilidad, basura, orden urbano, infraestructura, seguridad y planeación de largo plazo.
El 2027 será determinante. La capital necesita un alcalde —o alcaldesa— que regrese la gestión y el proyecto donde hoy solo hay espectáculo. Algunos nombres están ahí, otros faltan, pero lo cierto es que los tiempos ya comenzaron, y Tuxtla está lista para decidir. Nos vemos…












