Remesas como salvavidas… pero no sustituto del desarrollo productivo
Las remesas se han convertido en un pilar fundamental para la economía de Chiapas, y el reciente dato de que el estado ocupa ya el cuarto lugar nacional en captación de divisas familiares merece un reconocimiento serio. Esta inyección constante de recursos refleja el esfuerzo de las familias migrantes, que desde el extranjero siguen sosteniendo a comunidades y hogares. Sin embargo, este logro no puede ocultar una realidad inquietante: el modelo económico local no ha sido suficientemente fortalecido para generar prosperidad más allá del dinero que llega de fuera.
Por un lado, el éxito en la recepción de remesas —fuerte, sostenido y creciente— contribuye a paliar la pobreza, mejora el consumo familiar y da un respiro a muchas familias. Según el CEIEG, Chiapas reporta niveles históricos en remesas, lo que muestra la relevancia económica de sus migrantes para la entidad. Pero, por otro lado, esta dependencia plantea riesgos: depender del flujo externo es útil a corto plazo, pero no garantiza un desarrollo sostenible.
Y es precisamente aquí donde emerge el segundo gran problema. En un escenario donde los hogares reciben más capital, la falta de tecnificación en el campo chiapaneco sigue siendo un talón de Aquiles. Un análisis del CIDE pone en evidencia que los cultivos básicos como el maíz y el frijol —fundamentales para la dieta y la economía local— operan bajo un sistema de producción precario. La mínima penetración de seguros agrícolas, el crédito casi inexistente y la escasa maquinaria son obstáculos estructurales que impiden a los productores escalar y resistir ante condiciones adversas, como la sequía.
La combinación de estos dos fenómenos —remesas robustas y agricultura subdesarrollada— señala una paradoja: Chiapas recibe un volumen importante de recursos del exterior, pero no ha traducido ese capital en un impulso productivo capaz de generar empleo digno y fortalecer la autonomía económica de sus comunidades rurales.
La clave, por tanto, no está solo en celebrar el ingreso de dólares, sino en convertirlos en oportunidades de transformación. Es urgente diseñar políticas públicas que canalicen parte de esas remesas hacia programas de tecnificación agrícola: otorgar crédito accesible, dotar a los campesinos de maquinaria, generar cooperativas, promover seguros y capacitación técnica.
De otro modo, se corre el riesgo de perpetuar una economía dependiente, en la que el bienestar se alcanza solo gracias a quienes salieron de Chiapas. Para que el estado avance hacia un desarrollo más justo y sostenible, es necesario reforzar su capacidad productiva desde adentro, sin dejar de aprovechar el apoyo valioso de sus migrantes.
Chiapas tiene en sus manos un capital poderoso: no solo el que llega desde el extranjero, sino también el potencial humano y natural para crecer. El desafío es hacer que ese capital no solo se gaste, sino que se invierta con visión.












