Tapachula: Entre cifras y realidades

A mi Manera, por Rodrigo Yescas Núñez

Tapachula volvió a aparecer esta semana en el mapa mediático, pero esta vez no por una noticia trágica o por el caos migratorio que a veces parece rebasar a todos, sino por un mensaje de orden y coordinación. Yamil Melgar encabezó la Mesa de Seguridad Regional No. 9 y presentó resultados que, al menos en el papel, parecen alentadores: una reducción del 35 por ciento en delitos de alto impacto y del 53 por ciento en homicidios dolosos respecto al año anterior.

Las cifras, sin duda, llaman la atención. En un estado donde la violencia y la inseguridad habían estado ganado terreno en distintas regiones, escuchar que Tapachula muestra avances es, cuando menos, una buena noticia. Pero también conviene no perder la mirada crítica: los números son un punto de partida, no una fotografía completa de la realidad.

Tapachula vive una compleja interacción entre migración, economía informal, crimen organizado y desconfianza ciudadana. Yamil Melgar no la tiene fácil. Gobernar en esa frontera es casi un ejercicio de resistencia constante: coordinar a las fuerzas locales con las federales, atender el flujo migratorio, contener la percepción de inseguridad y, al mismo tiempo, mantener la gobernabilidad en una ciudad que se siente al límite.

Por eso, aunque soy escéptico ante las cifras que suenan demasiado optimistas, también reconozco que Melgar ha buscado sostener el orden con los recursos disponibles. No es poca cosa lidiar con un contexto donde la delincuencia no siempre se combate con patrullajes o luminarias, sino con decisiones firmes y con diálogo comunitario, algo que todavía está por consolidarse.

La instalación de más luminarias y cámaras de vigilancia puede ayudar, claro, pero la verdadera prueba será si estos esfuerzos logran traducirse en una sensación real de seguridad para la población. Porque la confianza no se decreta: se construye día a día, con resultados sostenidos, con justicia visible y con calles donde la gente pueda caminar sin miedo.

De momento, Tapachula parece avanzar. Cauto, pero avanzar al fin. Y en ese proceso, vale la pena mantener la esperanza… y también la vigilancia ciudadana. Estaremos pendientes de cómo evoluciona. Nos vemos.

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