Desplazamiento forzado, una herida abierta en Chiapas
El desplazamiento forzado interno ha dejado de ser una tragedia aislada para convertirse en una herida abierta que desangra lentamente a Chiapas. Las denuncias de organizaciones como el Frayba, encabezadas por Dora Roblero, revelan una realidad que el Estado ha preferido ignorar: miles de personas expulsadas de sus hogares por la violencia, el control territorial de grupos armados y la ausencia de una política pública que las proteja.
Cada familia desplazada representa un fracaso institucional. No se trata solo de números o reportes, sino de historias rotas: niños sin escuela, adultos sin sustento, comunidades enteras que viven con miedo y desarraigo. Mientras el gobierno estatal guarda silencio o intenta minimizar el problema, la emergencia humanitaria se extiende por la zona fronteriza y por regiones donde la ley parece no tener alcance.
Reconocer el desplazamiento forzado no es una concesión política, sino una obligación moral y jurídica. Chiapas no puede seguir negando un fenómeno que desintegra su tejido social. Urge una estrategia estatal con presupuesto, atención médica, acceso a la justicia y, sobre todo, voluntad política para devolverle a las víctimas lo más básico: su derecho a vivir en paz.












