En la Mira, por Héctor Estrada ·
Quien ordenó su asesinato decidió que sucediera en un evento público, significativo y frente cientos de personas. Así ocurrió el crimen de Carlos Manzo Rodríguez, presidente municipal de Uruapan, Michoacán, quien durante los últimos años se había popularizado por confrontar abiertamente al crimen organizado en su municipio.
De acuerdo a las primeras evidencias audiovisuales, el asesino de Manzo escogió el evento de “encendido de velas” que el propio gobierno municipal había convocado. No fue antes, ni después, sino en el momento justo en que el alcalde se encontraba en el centro de la escenografía preparada para el “Día de Muertos” cuando el sicario consumó su crimen.
El presidente municipal de Uruapan se había convertido en un popularizado foco rojo de alto riesgo. Así lo había denunciado y advertido él mismo a las autoridades estatales y federales. Temía por su vida, luego de amenazar públicamente a los cárteles que asechaban su región y revelar información respecto a su modo de operación. Finalmente, estaba dispuesto a morir antes de callar, aseguraba reiteradamente.
Y es que, Carlos Manzo conocía muy bien el origen del problema. Así lo había asegurado puntualmente en 2022 cuando, siendo diputado federal por Morena, señaló al gobierno de Felipe Calderón Hinojosa como responsable del origen de la “tragedia” en Michoacán.
Pero también supo rápido que el gobierno morenista no iba a hacer mucho para combatir a los cárteles en su región. Por eso decidió contender como candidato independiente en 2024 para ganar la presidencia municipal y endurecer aún más su confrontación pública con el crimen organizado. Incluso, ordenando a policías municipales abatir a los sicarios.
Por eso solicitó insistentemente el apoyo del gobierno federal para obtener protección especial para él y su municipio. Al final de cuentas, sabía bien que se había colocado en centro de “el blanco” para todos los intereses involucrados… Y la tragedia terminó por ocurrir este 1 de noviembre, en un homicidio intencionalmente público, cuyas lecturas pueden ser tan diversas como las especulaciones.
¿Quién se beneficiaba de que el alcalde de Uruapan fuera asesinado de esa forma? ¿Fue una consecuencia de su confrontación abierta con los cárteles de la región? Son preguntas que inevitablemente surgen ante un caso tan mediatizado, pero que podrían resultar irrelevantes ante un escenario de tanta violencia como la de México.
Finalmente, de algo no hay duda, a Carlos Manzo lo mató el sistema. Lo asesinó la incapacidad de un gobierno federal que no ha podido detener la violencia de los cárteles, ni podrá hacerlo mientras Estados Unidos, como principal comprador de drogas, siga alimentando con armas a las células del crimen organizado que le suministran y se disputan el millonario negocio, en el único paso territorial hacia su frontera.
Pero también lo mató la descomposición social. Esa que él mismo denunció en eventos públicos, señalado la complicidad de familias consientes de que encubren o solapan a hijos criminales o sicarios, como el que finalmente le arrebató la vida. “No sean alcahuetas. Denúncienlos”, expresaba Manzo en un video que se popularizó dentro de las redes sociales.
Hoy no queda más que esperar verdad y justicia para el alcalde de Uruapan y otras tantas víctimas de la violencia criminal sistemática, que gobiernos pasados hicieron estallar y el gobierno actual simplemente no ha podido detener… así las cosas.
Contacto: hectorestradaenlamira@gmail.com
 
 










