A un año del asesinato del padre Marcelo Pérez: la paz aún espera justicia
A un año del asesinato del padre Marcelo Pérez Pérez, la herida sigue abierta no sólo en la Iglesia chiapaneca, sino en la conciencia colectiva de un estado que se debate entre la fe y la violencia. El crimen, ocurrido el 20 de octubre de 2024, no ha encontrado justicia, y esa impunidad revela una peligrosa normalización del horror en las regiones más olvidadas de Chiapas.
El arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, monseñor José Francisco González González, lo dijo con claridad: no hay claridad sobre los autores intelectuales del asesinato. No basta con el discurso oficial de avances en materia de seguridad si, en la práctica, los líderes sociales y religiosos que apuestan por la paz siguen siendo vulnerables.
El silencio institucional se convierte, inevitablemente, en cómplice.
El padre Marcelo Pérez no fue un sacerdote más. Fue un defensor de derechos humanos, un mediador en conflictos comunitarios y un puente entre los pueblos indígenas y las autoridades. Su voz, siempre incómoda para los poderes fácticos, encarnó la misión más profunda del Evangelio: ponerse del lado de los más pobres y de los perseguidos.
Por eso, su asesinato es también un símbolo de la violencia que busca acallar la esperanza.
En su comunicado conjunto, los obispos de la provincia eclesiástica de Chiapas reiteraron un mensaje de fondo: la paz no se decreta, se construye. Y esa construcción —como bien señalaron— sólo será posible si se sostiene en la verdad, la justicia y la atención digna a las víctimas. “Todos somos artesanos de la paz”, recordaron, y en esa frase resuena la urgencia de recuperar el sentido comunitario que las balas intentan destruir.
El llamado de la Iglesia no es sólo espiritual. Es una denuncia moral frente a un Estado que ha permitido que los grupos del crimen organizado se instalen en los territorios con total impunidad. La omisión también mata, y mientras los expedientes duermen en los escritorios judiciales, las comunidades siguen enfrentando miedo y abandono.
En palabras del papa Francisco, citadas por el arzobispo González, los cristianos están llamados a ser “signos de nueva humanidad” ante la crisis social actual. Ese mensaje, en el contexto chiapaneco, es una convocatoria urgente a no rendirse: a continuar la misión del padre Marcelo, a exigir justicia y a no permitir que el olvido gane la batalla.
Porque recordar a Marcelo Pérez no es un acto de nostalgia, sino un compromiso vivo con la verdad, la dignidad y la paz que Chiapas —y México entero— siguen esperando.












