Cuando la lluvia se convierte en riesgo
Chiapas está acostumbrado a la lluvia. Crecimos con ella, la vemos como parte de nuestro paisaje y, en muchos casos, como bendición para el campo. Pero en los últimos días, la naturaleza nos recuerda que el agua también tiene un rostro severo: desbordamientos, deslaves, caminos colapsados, comunidades incomunicadas. Hoy, ocho regiones de nuestro estado se encuentran bajo alerta por precipitaciones intensas derivadas de la tormenta tropical Narda.
El pronóstico no es alentador. Los modelos advierten lluvias de hasta 150 milímetros en zonas ya vulnerables, donde la tierra saturada apenas resiste y los ríos amenazan con salirse de cauce. La memoria colectiva de Chiapas sabe lo que eso significa: familias que pierden sus casas, puentes que se derrumban, vidas que se transforman en minutos.
En momentos como este, la prevención deja de ser una recomendación para convertirse en obligación. La Protección Civil puede emitir avisos y habilitar refugios, pero la responsabilidad última recae también en la ciudadanía: no confiarse, evitar cruzar ríos crecidos, asegurar techos y ventanas, identificar rutas de evacuación. El “más vale prevenir que lamentar” nunca ha sido tan literal.
La autoridad, por su parte, tiene el deber de redoblar esfuerzos. La experiencia nos muestra que donde falla la atención temprana, se multiplican las tragedias. La coordinación entre municipios, estado y federación no puede quedarse en boletines, debe reflejarse en maquinaria operando, víveres disponibles y rutas seguras para quienes más lo necesiten.
La lluvia seguirá cayendo, inevitablemente. La diferencia entre que se convierta en desastre o en un reto superado depende de la prudencia colectiva. Hoy, más que nunca, Chiapas debe estar alerta, unido y consciente de que cuidarnos es la mejor forma de resistir.