Extraño enemigo

Una hasta el fondo, por Gil Gamés

Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil pensaba en el pasado, esa colección interminable de asuntos concluidos. Gamés había terminado el último capítulo de la segunda temporada de Extraño enemigo, la serie televisiva escrita y dirigida por Gabriel Ripstein que transmite Prime Video.

Dedicada a la restauración del sexenio de Luis Echeverría, esta historia cuenta el advenimiento de un desastre. A Gilga le tocó vivir los hechos de aquellos años y reconoció a los personajes de la política de ese México perdido en nuestra memoria.

Ripstein se ha encargado de regresar aquel tiempo al presente. Aunque probablemente muchos dirán que la reconstrucción deja que desear, a Gil le pareció verosímil esta remodelación del pasado, al menos como lo recuerda Gamés.

Dirán que Gil tiene escaldado el paladar, pero lo cierto es que la vida cotidiana de los setenta ha sido recuperada con detalle y rigor, eso le gusta a Gilga. También los hechos, como los recuerda el autor de esta página del fondo, corresponden a su memoria.

Un Echeverría (Antonio de la Vega), megalómano, intrigante, autoritario, se enreda con los cordones de su vanidad y lleva su sexenio al abismo y lo desbarranca con todo y país. El General secretario Hermenegildo Cuenca Díaz (Omar Fierro), jefe y operador de la guerra sucia y creador de los primeros enredos de las drogas y la corrupción en el país; el secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia (Fernando Bonilla), tapado sin destapar, pierde la sucesión; Mario Ramón Beteta, secretario de Hacienda y víctima de las locuras del Presidente; y desde luego, Fernando Gutiérrez Barrios (Daniel Giménez Cacho), Barrientos en la serie, policía mayor al frente de la terrible Dirección Federal de Seguridad. Gutiérrez Barrios no tuvo en la realidad todo el poder que le atribuyen los guionistas, pero su capacidad de intriga, los arreglos por debajo del agua, la traición, la tortura, la extorsión y el asesinato como moneda corriente de su quehacer político aparecen en la pantalla como muy probablemente ocurrieron en esos años.

El alma se le va al piso a Gamés cuando ve en el presente una repetición del pasado. El policía mayor Gil recordaba otros nombres epifánicos de esos tiempos mientras veía los episodios de Extraño enemigo: Luis Enrique Bracamontes, Víctor Bravo Ahúja, Carlos Gálvez Betancourt, en fon. Por cierto, Giménez Cacho en el papel de Gutiérrez Barrios no tiene desperdicio.

El policía mayor iba y venía entre las sombras durante la tarde del 10 de junio de 1971; el perseguidor de los miembros de la Liga 23 de septiembre los infiltró y los destruyó; Gutiérrez Barrios fue el encargado de dirigir desde los sótanos de la Federal de Seguridad la guerra sucia contra los guerrilleros. El pleito de los empresarios de Monterrey y Echeverría no es la menor de las tensiones a punto de reventar.

El asesinato de Garza Sada a manos de un grupo de asesinos fanáticos y la idea obsesivamente anticomunista que encegueció a los empresarios, quienes pensaban que el presidente era socialista, retratan a un país al borde de una gran crisis política y económica. Dios no lo quiera, cavila Gilga, pero de pronto toda historia cuenta también su propio futuro. Realidad y ficción Gil medita: cualquiera diría que un agente de la CIA residente en México, que se entrevista con el Presidente y con el jefe de la policía secreta, por llamar así a esa edificación de la ilegalidad, suena más bien improbable.

Pues a juzgar por lo que Gilga ha visto, ya nadie ni nada es imposible. En esta ficción, Gutiérrez Barrios entiende que la persecución que Nixon ha emprendido contra las drogas será su nueva causa, la fuente de su nuevo poder. Así organiza el temible policía en esta ficción una parte de la realidad que marcará al país. 

Como todo aquel que haya leído libros de historia o tenga a la mano el salvavidas de la memoria, el sexenio termina en llamas: Echeverría destruyó al peso e inauguró una época de crisis sin interrupciones, o con paréntesis breves de ilusiones perdidas (aigoeei, la poetry). Gil dice: si usted quiere acercarse a esos años, Extraño enemigo es una puerta de entrada. Véala, Gamés la recomienda, ¿no les parece suficiente?

Todo es muy raro, caracho, como diría Cicerón: “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”. 

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