El reto del sur: más allá de las cifras de pobreza
El último reporte del INEGI vuelve a poner sobre la mesa una realidad que, aunque conocida, sigue siendo incómoda: Chiapas, Oaxaca y Guerrero encabezan la lista de estados con mayor pobreza multidimensional en México. En nuestro estado, 66% de la población vive en esta condición, lo que significa que dos de cada tres chiapanecos enfrentan carencias en educación, salud, seguridad social, vivienda o alimentación, además de ingresos insuficientes para cubrir lo básico.
Es cierto que las cifras muestran una ligera mejora respecto a 2022 —cuando el porcentaje en Chiapas superaba el 72%—, pero sería ingenuo celebrarlo como un avance significativo. La reducción obedece, en parte, a esfuerzos focalizados y programas sociales, pero no ha cambiado la estructura que sostiene la desigualdad. El sur sigue marginado, y la distancia con el promedio nacional (29.6%) es tan amplia que se asemeja a una frontera económica dentro del mismo país.
La pobreza no es solo un número, es un círculo vicioso: la falta de escuelas de calidad, hospitales con personal y medicinas, empleos formales y vivienda digna limita el desarrollo y perpetúa la exclusión. Mientras no se ataquen estas causas estructurales, seguiremos viendo informes que nos colocan en los primeros lugares de un ranking que nadie quiere liderar.
El reto para las autoridades no es únicamente repartir apoyos, sino construir un modelo de desarrollo que funcione en el sur, que reconozca nuestras particularidades y aproveche nuestros recursos humanos y naturales. Lo contrario sería condenar a millones de chiapanecos, oaxaqueños y guerrerenses a vivir siempre en las estadísticas de la pobreza.
En Chiapas sabemos bien que las cifras son frías, pero la pobreza es dolorosamente real. Y urge cambiarla.