El crimen organizado y la reforma constitucional; una mirada al trasfondo político de México

A Mi Manera, por Rodrigo Yescas Núñez

En el complejo escenario político mexicano, las líneas entre el poder legítimo y las redes delictivas a veces parecen difuminarse, especialmente cuando se observan ciertos nexos entre actores clave que han impulsado reformas trascendentales, como la modificación constitucional reciente que avala la llamada reforma educativa.

Uno de los casos más inquietantes es el del político que, con prácticas cuestionables y métodos autoritarios, logró orillar a la familia Yunes en Veracruz a abandonar su alianza política para sumarse a Morena. Este movimiento, lejos de ser una simple estrategia electoral, permitió a Morena consolidar una mayoría calificada en el Congreso local, fundamental para aprobar la reforma educativa sin mayor oposición y que no ganó en las urnas a pesar de que Morena arrolló en esos comicios.

Sin embargo, esta figura no es un actor aislado. Durante su gestión como gobernador, mantuvo una estrecha relación con personajes vinculados al crimen organizado. Por ejemplo, fue jefe político y protector de Hernán Bermúdez Requena, líder «La Barredora» en Tabasco, una organización criminal involucrada en extorsiones, tráfico y simulación de negocios ilícitos, y quien también cobraba como Secretario de Seguridad Pública. Sí, de ese tamaño.

SÍ, estamos hablando de Adán Augusto López, quien además en su carácter como notario público fue el encargado de legitimar operaciones fraudulentas y montar empresas fantasma para blanquear recursos, hechos que hoy dice desconocer y que resulta irónico porque en algún momento del pasado en uno de los múltiples embate contra Felipe Calderón, López aseguró que todo lo que pasa con los subordinados es del conocimiento de su jefe, lo cual nos deja pensando muy mal, si recordamos que su jefe, además de pariente y amigo, es el propio ex presidente López Obrador.

Estos hechos plantean una pregunta inquietante: ¿puede el cambio constitucional más importante en décadas tener orígenes ligados a estructuras criminales? ¿Es posible que una reforma fundamental para la justicia del país se haya gestado en un entorno permeado por el crimen organizado y prácticas corruptas?

La respuesta no es sencilla, pero algunas cifras y hechos hablan por sí solos. En Veracruz, la influencia política de Morena creció justo después de la salida de los Yunes, facilitada por presiones políticas y económicas que no pueden desligarse de un ambiente de impunidad y corrupción. En Tabasco, la presencia de organizaciones criminales con capacidad para operar empresas simuladas revela la penetración del delito en el entramado institucional.

El propio presidente López Obrador ha defendido públicamente a algunos de estos impresentables, argumentando lealtad política y la necesidad de estabilidad. Sin embargo, la historia nos advierte que la mezcla de crimen y política erosiona la democracia, daña la gobernabilidad y pone en riesgo los derechos fundamentales, incluida la educación.

Espero que la presidenta Claudia ya se haya dado cuenta, porque una oportunidad tan evidente y oportuna para sacarse de encima el lastre que para su gobierno representa tener incrustado a Adán Augusto López no se le va a presentar a menudo y tan fácil, y porque además quedaría muy bien parada ante quienes exigimos transparencia y rendición de cuentas. No se trata solo de juzgar a individuos, sino de entender cómo las redes delictivas pueden infiltrarse en el poder para moldear decisiones cruciales que afectan a millones de ciudadanos.

Mientras tanto y con estos antecedentes, creo que el debate sobre la reforma judicial debe acompañarse de una reflexión profunda sobre los orígenes y las consecuencias políticas de quienes la impulsan, sobre todo si las evidencias y pruebas saltan a la vista de todos, porque la transformación del país no puede sustentarse en bases corruptas o criminales si verdaderamente se busca un futuro justo y democrático.

¿El cierre con broche de oro? Adán Augusto pudo llegar a ser presidente de México, con todo lo que sus mañas, tratos y conectes puedan significar y representar. «Chulada», dirían. Nos vemos…

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