Realidad Novelada, por J.S. Zolliker ·
Tiene una amplia red de informantes: desde vigilantes, choferes, guardaespaldas y hasta pepenadores de basura. Es, desde hace años, parte importante de un cártel inmobiliario del que muy poco se habla, porque su principal socio es un político poderoso. Qué lejos han llegado, y qué distinta la vida ahora de cuando eran unos simples achichincles vemeytraeso de un ya muerto ideólogo marxista, de un ya desaparecido Partido Comunista Mexicano.
El modus operandi es el siguiente: se entera de un predio, casa o departamento que está desocupado desde hace varios meses; prefiere aquellos donde los dueños viven parcialmente en México, son extranjeros y/o prácticamente han abandonado el país. Entonces, por los contactos del socio funcionario, averiguan en el Registro Público de la Propiedad si no tiene gravamen (deudas, hipotecas, etc.), obtienen los nombres de los dueños y luego se autoemiten un pagaré fraudulento de varios millones de pesos (con obvias firmas falsas).
Posteriormente, demandan a los dueños del predio, casa o departamento por incumplimiento de pago del mentado pagaré, y algún juez mercantil carnal, beneficiario de la reforma judicial, admite el título de crédito como válido y emite un auto de ejecución que ordena el requerimiento de pago. Por lo tanto, manda a buscar al deudor, que es un ocupa compinche adoctrinado junto con varios compañeros del movimiento antigentrificación, quienes ocupan ilegalmente la propiedad y se hacen pasar por los dueños. Tales usurpadores se identifican con INEs falsas como las que compran los adolescentes para poder entrar a los antros, y luego aceptan el adeudo con su famoso “debo, no niego; pago, no puedo”.
Así, la diligencia es perfecta para el juzgador, quien emplaza, y al no recibir respuesta de los usurpadores en nueve días, los determina en rebeldía y, en un mes, los sentencia por incumplimiento y les ordena pagar la deuda y los costes del juicio. Para ello, se realiza el embargo de los bienes. Lo que sigue es que, al poco tiempo, se remata el bien, y él, con su socio el político importante, se asegura de que se les adjudique la propiedad. Luego la escrituran, desalojan a los compinches y posteriormente la revenden varias veces para complicarlo todo. Esto sucede sin que los verdaderos dueños se enteren sino hasta tiempo después, cuando regresan al país o cuando alguien les comenta que la propiedad ha sido vendida. Por supuesto, para ese entonces, ya no hay nada que hacer. Se los chingaron.
Él, además, jefe de este cártel del que nadie habla, está detrás de las marchas antigentrificación porque le resulta redituable contar con un grupo de justicieros de la ciudad, guerreros de la dignidad territorial que marchan con pancartas y destruyen comercios… mientras revenden departamentos con escritura en mano y vacían edificios ajenos con tal de montar sus «colectivos», a quienes les dan vivienda temporal como usurpadores.
Los has visto. Se visten con ropa “reciclada”, a veces incluso de marcas caras, mientras, con arrogancia, citan a Marx y sus luchas de clases, y beben café orgánico de Chiapas que pagan por unos cuantos pesos, aunque eso implique la explotación del campesino cafetalero. Esos indignados por que haya locales que venden galletas veganas en la Condesa, viven donde les manda el político de morral y Suburban blindada, quien decidió apropiarse de un predio y los deja ahí mientras lo escrituran… por el bien de la causa inmobiliaria, claro.
Él y su socio influyente son quienes están detrás de varios de los manipuladores que llevan a que la gente quiera defender al inquilino vulnerable porque “lo obligaron a mudarse”; detrás de quienes llenan las paredes de pintas contra el capitalismo, pero al día siguiente te venden el mismo muro con intervención artística pagada por el presupuesto. Son los que están detrás de los anticapitalistas que, con todo cinismo, han aprendido a capitalizar la indignación.
Y si el verdadero dueño reclama la propiedad, lo acusan de “opresor”; si lleva un amparo, lo llaman “burgués servil al sistema”; si contrata un abogado, lo denuncian en redes por violencia estructural. Así operan, y le llaman “restitución horizontal del espacio” y hasta “redistribución afectiva de la plusvalía comunitaria”.
Son despojadores, invasores, y se creen “curadores del espacio en resistencia”. Ellos no destruyen: deconstruyen la inversión extranjera por injerencista… con una hoz, un martillo, pintura en aerosol, pedradas y hashtags. Son quienes usan a los tontos útiles para beneficiar a su cártel inmobiliario, del que millones de mexicanos, hasta hoy, no han escuchado jamás.
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